El espejo del fascismo | Parte 1: Progaganda y personalidad autoritaria
¿Cuál es la naturaleza del prejuicio? Un amplio abanico de investigaciones que ocupan al psicoanálisis, la psicología, la antropología, la ciencia política, la filosofía e, incluso, la actual neurociencia coinciden en determinar al prejuicio dentro de la esfera de lo irracional. En ese sentido, un prejuicio puede ser una opinión o conjunto de opiniones, una doctrina, aceptada acrítica y pasivamente. Por tanto, aquella opinión o doctrina prejuiciosa es por principio errónea.
Pero no todo error es un prejuicio, pues los errores se corrigen con mayor conocimiento o por medio de una experiencia. Una vez develado el error, este es corregible. Sin embargo, los prejuicios no aceptan una refutación racional o un debate argumentado, por lo que son errores más tenaces y peligrosos, se los cree no corregibles o por lo menos no tan fácilmente corregibles.
Los prejuicios tienen la naturaleza de fundamentarse en convicciones correspondientes a deseos, pasiones, estímulos e intereses. Es decir que, más que indescriptibles o propiamente irracionales, son parte de un entramado difuso entre la razón y la sinrazón. Ese espacio es la razón práctica. Es en la convicción de ciertos hechos que consideramos útiles para cada uno donde los prejuicios mejor se acomodan.
Este lugar utilitario –que nos da ventajas, nos distancia de peligros, nos previene de elementos externos que generan la sensación de un riesgo para nuestras fuerzas físicas, emocionales y mentales– es el lugar donde se construyen predisposiciones especificas a objetos, hechos, discursos y personas. Así, el prejuicio se fundamenta en una predisposición emocional y una prevención práctica, lo cual resulta en grados de susceptibilidad frente a ciertas cosas externas.
El prejuicio se encuentra más fácilmente en aquellas personas que están (des)favorablemente prevenidas sobre ciertos hechos, lo cual hace que no los pongan en duda, mientras las personas razonables ven en los errores corregibles un hecho al que se enfrentan sin prevención alguna. Podríamos decir entonces, volviendo a la fuerza irracional de los prejuicios, que estos se alimentan del miedo a lo desconocido y del miedo a conocer más.
Ubicados entre la potencia del miedo irracional y la forma de la utilidad práctica preventiva, los prejuicios se pueden presentar en individuos y colectividades. El prejuicio sobre colectividades es el que debe ser señalado por sus nefastas consecuencias para la vida en conjunto: racismo, discriminación, homofobia, machismo, entre otras. Pero las predisposiciones personales al prejuicio deben ser presentadas como elementos para una crítica que alcance el funcionamiento solapado de un sistema cultural promotor de la ideología fascista.
En los estudios de la Escuela de Frankfurt sobre la personalidad autoritaria se indagaron tendencias en individuos potencialmente fascistas. El interés por estudiar a estos individuos resaltó una gama de posibilidades para que el fascismo encaje sutilmente en individuos prejuiciosos. Según las experiencias personales de cada uno se muestra una serie de predisposiciones que generan mayor o menor susceptibilidad al autoritarismo y que engranan con la propaganda fascista.
Los individuos con mayor predisposición al fascismo habían generado en su vida personal una mentalidad enfocada a prevenir ciertos hechos, objetos y discursos, sin razonar en ellos, y cimentando una fundamentación irracional sobre los mismos. Esta mentalidad fue señalada como la ideología a un nivel de pregnancia o predisposición. Los individuos no serían una masa amorfa que expresa lo que siente o piensa, sino que sería la actualización de una historia no contada, la expresión superflua de condicionamientos previos, la demostración de su ligazón a condiciones históricamente determinadas por sucesos más grandes, ajenos a su comprensión, pero funcionales en su comportamiento y muy ligados a sus primeras experiencias de vida en sociedad, como es la familia cercana.
Los rangos de la personalidad autoritaria encontrados por los estudios sobre el prejuicio develaron una serie de zonas críticas en la historia personal de los individuos estudiados que aproximaron la explicación del fenómeno de la personalidad autoritaria hacia un espacio nunca antes pensado para comprender el comportamiento político: la infancia y la familia. El desplazamiento del sujeto “clase social” por el “individuo con una historia personal” abrió un clivaje de investigación social novedoso y con mayores capacidades explicativas sobre el funcionamiento de la ideología.
La escala de la personalidad autoritaria de los estudios sobre el prejuicio, presenta así una serie de ingresos a la identificación de la variedad de posibilidades acerca de los individuos potencialmente fascistas. No hablamos de unos individuos por excelencia y esencia fascista, sino de un grupo de posibles tendencias distribuidas en una relación y un funcionamiento de categorías que explican la personalidad. Una gama entre dos polos rígidos, una tensión entre dos conceptos.
Estos son algunos rasgos y expresiones distribuidos en la personalidad de los individuos potencialmente fascistas:
se consideran genios débiles; se ven como abandonados a sus propias fuerzas; siguen fácilmente estereotipos; buscan distinguirse de la masa; están sujetos a cualquier figura de autoridad; tienen un énfasis irracional en valores convencionales como tener un comportamiento correcto o presentarse como exitosos y diligentes; consideran tener habilidad y pulcritud física; se muestran serviles con los que ostentan poder, dinero, fuerza o distinción social; exteriorizan sentimientos vitales (vida fit); reconocen cualquier orden existente; desprecian la literatura, las humanidades, el arte o cualquier expresión intelectual que los ponga en duda; hacen énfasis en la utilidad de ideas, personas o bienes; buscan cómo usar a los demás; juzgan desde una escala binaria ajena, hereditaria o imitada, donde el mundo y sus circunstancias se puede valorar en base a ‘lo bueno’ y ‘lo malo’; temen al juicio ajeno, sospechan de lo extraño; son hombres que glorifican su propia virilidad; son mujeres que glorifican su propia feminidad; buscan estandarizar a las personas para clasificarlas en base a que ‘saben cómo se comporta esa gente’; buscan optimizar sus reacciones sociales; necesitan ser parte de un grupo que destaque en algún tipo de expresión y practica social convencional, ya sea deportiva, técnica o folclórica.
Dejan de tener juicio propio, con rechazo manifiesto a toda diferencia anclada en la individualidad. Buscan una vida cómoda con base en el desprecio de la felicidad, la intelectualidad, el quehacer cotidiano, los pasatiempos, el juego. Abrazan la emergencia de nuevos liderazgos con entusiasmo, consumiendo y reproduciendo consignas simples y fáciles.
El individuo potencialmente fascista es presentado así por una teoría total de la personalidad, donde los grados de personalidad autoritaria nos permiten acceder a su vez a la totalidad del sistema cultural. El hecho es que, a diferencia del intolerante de antes, el individuo autoritario es un tipo antropológico nuevo, porque recibe alicientes por su carácter desde la industria cultural.
Entonces, el fascismo se impregna con mayor facilidad en una mentalidad prejuiciosa. La relación entre una ideología fascista y un individuo potencialmente fascista depende en cómo los engranajes del sistema cultural de las ideas y las predisposiciones personales encajan de manera eficiente. La eficiencia del funcionamiento con que la industria cultural irradia narrativas (creando nuevos mitos) hace que los individuos confirmen en el exterior lo que interiormente tenían solo como una tendencia de su personalidad. Los aparatos de reproducción cultural, como la escuela, el cuartel, medios masivos, redes sociales e industria cultural se consolidan en el momento en que enuncian lo que los individuos desean escuchar: este es el momento de la clausura del pensamiento crítico, del juicio personal, del pensamiento mismo y, paradójicamente, también entraña el fin de la cultura misma. En el momento en que la industria cultural e individuos repiten las mismas proposiciones, enunciados y se articulan en torno a los deseos ofrecidos por la industria cultural, el fascismo ha vencido, se ha instaurado como discursividad triunfante.
El sistema te quiere fit, te quiere moralmente superior, te quiere in, te quiere distinto –no diferente–, te quiere ‘bueno’ con los animales, te quiere innovador y emprendedor, te quiere eficaz y eficiente, te quiere bebiendo alcohol luego de jugar futbol, te quiere ver aseado, te quiere exhibiendo lo que ingieres, te quiere vital, te quiere bien macho, te quiere bien femenina, te quiere en una sala zoom junto a otros, te quiere al lado de otros mediados por un moderador, quiere que no te muevas para la foto, te quiere hablando de todos los temas posibles, te quiere como un dato de las encuestas, te quiere haciendo videos, te quiere buscando amigos, te quiere generando tendencia, te quiere trendy, te quiere fancy. Te quiere lejos de todo lo que aún no se le ocurrió. Te quiere reproduciendo una personalidad, pero no que la construyas por ti mismo, sino que la consumas acorde a la oferta del mercado.
Siguiendo la reflexión que tuvimos en la anterior entrega, podríamos decir que el problema de la fascistizacion de la sociedad boliviana es un problema de personalidad, o más precisamente, de falta de personalidad propia. Y, entonces, ¿cómo eludir esto, cómo escapar de la fascistizacion de la que soy parte, pero de la que, al parecer, no me doy cuenta? Desconfiar de todo lo que provoca un fácil entusiasmo y eludir la catarsis colectiva son estrategias para que la propia personalidad viva con valores autoimpuestos por uno mismo, es decir, aceptar la responsabilidad de lo que hacemos y decidimos, y por tanto, aceptar que ya somos modernos.
La fascistizacion, por el contrario, es una reacción a la modernización de las sociedades, es una tendencia hacia la regresión, hacia el dominio de los sistemas totalizadores, es una reacción propia del capitalismo es sus fases de acumulación primaria, es una tendencia hacia el feudalismo. Mientras seguimos los patrones fascistas de la cultura y la potencialidad fascista de los individuos se engrana con el sistema, cada acción de aquellos es una suma al continuo encadenamiento del modo de producción capitalista, donde los ricos serán más ricos y los pobres más pobres, unos en sus castillos cada vez más inmunemente aislados, otros en la intemperie, trabajando en peores condiciones y más segregados.
La liberación del individuo, la construcción de sus propios valores, la aceptación de su responsabilidad, son formas previas al paso hacia la solidaridad; la empatía, una de las expresiones más complejas de la ética; y la formación de una sociedad basada en leyes, no solo en ganancias para unos pocos, sino basada en la convivencia universal e igualitaria de todas las diferencias.
Imagen: fotograma de la película Pink Floyd: The Wall (A. Parker, 1982).
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