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Imágenes nada más | #CrisisenBolivia #20/O

Para poder construir la memoria, desde este presente que arde, que incendia todo desde el lapidario imágenes nada más –pues eso, esa sentencia, es lo que sobrevivirá y quedará entre las cenizas–, es preciso, atendiendo a Didi-Huberman, agrupar las imágenes, organizarlas, salvarlas del fuego de la vorágine y la dictadura del scroll y las compartidas vía celular.

Testimonios, amenazas, enfrentamientos, asambleas, montajes, cabildos, tutoriales, videoclips entre otros materiales, se encuentran en la galaxia instagram, twitter, youtube y facebook, constituyendo la evidencia, ceniza, huella de algo que existió en el plano de lo real en estas jornadas post 20/O. La imagen como huella, rastro, vestigio del enfrentamiento o del kencherio, del encuentro y/o desencuentro de un cuerpo social idealizado como un nosotros, en el futuro nos permitirá reconstruir y comprender la crisis actual de representación política, cuya evidencia es su imposibilidad de ser representada visualmente, certificando la crisis misma de un régimen representacional.

Sin embargo, para poder construir la memoria, desde este presente que arde, que incendia todo desde el lapidario imágenes nada más –pues eso, esa sentencia, es lo que sobrevivirá y quedará entre las cenizas–, es preciso, atendiendo a Didi-Huberman, agrupar las imágenes, organizarlas, salvarlas del fuego de la vorágine y la dictadura del scroll y las compartidas vía celular. Acto seguido, generar archivos. Para ello es necesario clasificar, rotular y distribuir; con ello, la memoria se actualizará, lxs usuarios le otorgarán nuevos usos, sentidos, sentimientos y significados, y así quizás podamos construir representaciones idóneas de la crisis. Quizás para ese entonces no estemos sobre el terreno de lo innombrable.

Las imágenes distribuidas estas jornadas arden y en ese incendio arde la mirada que las mira. Se potencia el deseo de compartir el ardor y la celebración de la violencia, o simplemente la constatación de un deseo (la represión, la persecución, la mofa del poderoso o del otro).

Las imágenes se tornan transparentes frente a la mirada bélica, revanchista y masculina que no imagina el fuera de cuadro o lo que habita en el fuera de campo, olvida el contexto y sus posibilidades a favor de la publicidad; la imagen cliché, próxima a la porno miseria y porno violencia.        

Así mismo, las referencias visuales al cine fantástico y “épico industrial” de Hollywood celebran la condición globalizada o colonial de los movilizados, desde la producción de sus vestuarios hasta la composición fotográfica que solicitan a los fotógrafos de turno, quienes emulan composiciones provenientes del gran acervo visual proveniente de la fotografía de guerra. Ya sean escudos, rodilleras, coderas, cascos y coreografías, todos elementos inspirados en la industria cultural de la última década, desde productos de Warner, Marvel, DC y Disney, con estas herramientas se realizan y se hacen cuerpo las imágenes que se consumieron estos años. Máscaras u objetos con los cuales cubrir el rostro (¿por qué cubrir el rostro?) provienen de una vocación globalizada que privilegia el género del terror.

Estos elementos visuales construyen la diferencia de los movilizados frente a los sectores afines al MAS y la policía, a los cuales la prensa llama “hordas masistas”, además de constituirlos en sujetos racializados acompañados de un despliegue extenso de indicadores morales, intelectuales y estéticos que no hacen más que establecer las relaciones (binarias) visuales del par nosotros/otros. Los humanos, siguiendo el relato del cine fantástico y épico, enfrentados contra seres inhumanos o deshumanizados guidos por el Malvado (como denominan muchos sectores movilizados), en una puesta en escena medieval. Juventudes ataviadas con escudos, caras pintadas, cánticos que ensalzan la masculinidad y virtudes patrias, cascos rotulados y su bandera tricolor.

Retornando a Didi-Huberman, quizás la proliferación de tantas imágenes y su consumo desmesurado generen la palpable desconfianza en las imágenes, lo cual es síntoma de una imaginación desagarrada y la condensación del incendio en que estamos, entre un par de imágenes síntesis que tenderán a anular la posibilidad del debate futuro, siendo nuevamente imágenes nada más, despojadas de su voz. Porque no olvidemos: las imágenes hablan.

Artículo originalmente publicado el domingo 10 de noviembre en el periódico La Razón.
Sergio Zapata

Sergio Zapata

Crítico de cine y comunicador. Programador y gestor cultural.
Coeditor de Imagen docs.

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