El 23 de abril, Alex Rouch documenta un evento democrático importante en Bolivia. “Después de muchos años de lucha y conflicto político, los bolivianos pueden por fin ir a las urnas para ejercer su voto respecto a la temática más polémica del país: ¿cuál es el mejor color de su bandera? ¿El amarillo o el verde?” Acompañando a los votantes, Rouch narra los procesos de esta elección, así como uno de sus ritos milenarios [“Debo respetar sus tradiciones y no emitir un juicio de valor, aunque esto me parezca un acto de barbarie”], los personajes oscuros que atraviesan esta fiesta democrática, el caos del conteo final. “Este proceso pone nervioso hasta al más experimentado de los dirigentes. Observen la tensión presente en sus ojos, sus mejillas y, sobre todo, su bigote.”
En el cortometraje de ficción Alex Rouch et les élections – Alex Rouch y las elecciones (Bolivia, 2019), el equipo de realizadores conformado por Alexandro Fernández, Luis Garnica, Mauricio Mendoza, Ricardo Trujillo y Salvador Morales esboza una Bolivia posible en el imaginario del decadente aparato de la democracia representativa partidaria. “Democracia, hashtag viva Bolivia” se escucha decir a uno de los personajes mientras se consuma el rito de la quema del voto extraído al azar antes del inicio del conteo. La película, estrenada en el VI Festival de Cine Radical realizado en septiembre de este año, articula el registro documental de unas elecciones facultativas de la universidad pública de La Paz, con la narración ficticia de Alex Rouch, un personaje que se revela a través de su narración, que parodia los gestos de la antropología visual, el documental y el reportaje periodístico para una interpelación acerca de la conflictiva relación entre las imágenes y las palabras. Entre eso que vemos y eso que se nos dice que vemos se abrirían tanto dos caminos, como una brecha entre ellos: estos exportados de la polarización que rige las elecciones, aquella abyecta de dicha polarización para su mejor efectividad y provecho. Provecho de quiénes. El corto termina con las declaraciones de un dirigente del partido triunfante (el verde), a quien no escuchamos porque la narración de Rouch se sobrepone con una pregunta: “Mientras oigo hablar a Sebastián, solo tengo un pensamiento en mi cabeza: ¿es esto el comienzo o el fin de la democracia?”
El jueves 21 de noviembre por la tarde, Alexandro Fernández, uno de los realizadores de este cortometraje, fue arrestado por la policía boliviana mientras registraba la movilización de vecinos de El Alto, quienes marcharon en el centro de La Paz con los féretros de los muertos por la represión ocurrida en la planta de gas de Senkata el martes 19. En el video que circuló en las redes sociales, se puede ver a un grupo de periodistas que increpan a Fernández, preguntándole a qué medio pertenecía. Él respondió que era prensa independiente; luego, que era “una persona indignada porque la prensa no está haciendo su trabajo”; aclaraba que es un estudiante de la carrera de cine de la UMSA (dato confirmado por la institución); le preguntaron “¿qué carrera? Docentes, docentes”. Un periodista le dijo: “¿o sea yo no soy prensa, yo no estoy haciendo mi trabajo?”. Otro azuzó: “Está hablando huevadas contra nosotros este cojudo.” Todo esto sucedió a pasos de la estación policial de la avenida Mariscal Santa Cruz, a la que el grupo de periodistas condujo a Fernández. “Vamos a investigar”, dijo un oficial al momento de apresar al estudiante de 26 años. El video se compartió mucho en redes sociales, la noticia salió en la prensa, se pronunciaron autoridades de la universidad condenando el hecho. No era el primer día de la crisis política del 20/O en Bolivia que Fernández documentaba. Muchos lo vimos cubrir las intervenciones de mujeres autoconvocadas y feministas a finales de octubre, o las acciones pacíficas de ciudadanos en diferentes puntos de la ciudad en los últimos días. El jueves pasado, antes de su arresto, Fernández registraba el momento en el que varios de los movilizados que fueron detenidos eran trasladados a las instancias de tránsito en la avenida Mariscal Santa Cruz.
Como muchos hechos que sucedieron estas semanas, es posible localizar este, no son ironía, en la brecha abyecta sugerida por el corto de Fernández, encarnada en la actual crisis política del país, brecha que, a estas alturas, exige reflexionar acerca de las formas en las que el miedo, la polarización y la violencia han tomado el sentido crítico luego de las elecciones del 20 de octubre. Desde ese día y hasta hoy, el sentido crítico se ahoga en la saturación de discursos e imágenes que circulan en redes sociales y medios de comunicación, en los que la polarización encuentra la plataforma y las herramientas idóneas para poner en obra sus estrategias. Entre eso que vemos y eso que se nos dice que vemos pareciera situarse algo inaccesible, imposibilitado por el uso y la recepción de la palabra, y por supuesto, los algoritmos de nuestras redes. Tomar una postura (amarillo o verde) es el imperativo de gran parte del contenido que se ha compartido durante estos más de 30 días de crisis política en Bolivia, contenido que, en general, no se lee sino a priori, de acuerdo a aquellas afirmaciones o convicciones que alimentan no nuestra construcción como sujetos políticos, sino su carácter pasivo. Pienso que por esta encrucijada hubo quienes, sumándose a ese grupo de periodistas, comentaron en las redes sobre el video del arresto de Fernández, pidiéndole también sus credenciales. Podríamos imaginar que otro Rouch, Jean, francés y antropólogo visual, mete su cuchara: “Desde el momento en el que presionas el botón de tu cámara yo estoy dentro de tu película. ¿Qué pasa si digo cosas que no te gustan? ¿Qué haces? ¿Rompes la cámara?” Romper una cosa sí, contestaría: el cerco mediático, salir a las calles y registrar. Y que no nos apresen.
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