Jorge Sanjinés (1977) *
Bolivia es un país de historia turbulenta, es una nación que pugna por poseer su propio destino impedida por la agresión imperialista y por la enajenación de una clase dominante enemiga de su propio pueblo, al que no solamente explota sino también desprecia racialmente. La verdadera Bolivia existe en la clandestinidad; vive, alienta y crece espiritualmente en el anonimato de un pueblo vigoroso y creador, pueblo que ha tejido una extraordinaria historia de coraje, de dignidad y de lucha por la libertad. La clase dominante de ascendencia española ha sido expulsada del poder en más de una oportunidad y ha recuperado su dominio, principalmente gracias al apoyo económico y policial que le ha prestado el imperialismo norteamericano. Han sido los nexos profundos con la metrópoli y los de terminantes intereses sobre nuestras materias primas y nuestra posición geopolítica, factores principales para que se dé este apoyo interesado. Sin embargo, el pueblo boliviano ha resistido de diferentes maneras, y cuando no ha podido salir a las calles y campos a conquistar sus armas ha continuado elaborando su propia cultura de manera tenaz y obstinada en contraste con la clase dominante que habla castellano y piensa en norteamericano. La clase obrera de Bolivia, considerada entre las más brillantes y experimentadas del continente, ha continuado su avance y es hoy día el principal frente de resistencia al poder fascista.
Hemos querido dar este cuadro breve porque el cine militante en Bolivia nace, precisamente, como resultado de un proceso revolucionario que convulsionó nuestro país, un proceso que cambió por un breve periodo las relaciones de producción en favor del pueblo y ha sido como resultado de ese proceso que se ha creado una sensibilidad social a nivel de los intelectuales que comprometieron su trabajo con los intereses del pueblo.
En 1952, después de terrible lucha, el pueblo de Bolivia derrota a la oligarquía. En las calles de La Paz y Oruro mueren miles de personas. Obreros, campesinos y un sector de la pequeña burguesía organizados por un partido nacionalista que expresó los anhelos populares en las consignas de reforma agraria, nacionalización de las minas, voto universal, toman el Palacio de Gobierno y empiezan un proceso que en sus primeros años se realiza prácticamente por las vías del poder popular. El último desfile del ejército de la oligarquía se produce en la plaza principal: los oficiales prisioneros desfilan con las gorras al revés, detrás vienen los obreros y campesinos armados. Para quien en aquellos años tenía conciencia del grado de explotación y sufrimiento padecido por esos campesinos y obreros, cuyo promedio de vida era de sólo 27 años, alcanzaba una notable significación aquella escena delirante. Se crearon las milicias populares y el ejército tradicional fue eliminado. Los campesinos ayudados por los mineros, y guiados por sus propios dirigentes, se lanzan a recuperar sus tierras y sienten que han concluido los casi quinientos años de esclavitud iniciados por la colonización española. En los actos la vanguardia pequeñoburguesa es sobrepasada por las masas y debe someterse con frecuencia al desborde de los dirigentes populares. Una gran euforia se vive en aquellos dos primeros años. Se liquida el latifundio y muchos latifundistas que no alcanzan a huir deben enfrentar los juicios populares
Esos primeros años de alegría revolucionaria, al margen del caos en el seno del poder, mostraron la capacidad de organización del pueblo boliviano y la ausencia de rencor del campesino, que no obstante los siglos de oprobios a explotación que lo había reducido al estado de esclavitud mostró tolerancia y abundante bondad con sus opresores. Es verdad que en muchas haciendas los campesinos liberados se comen las vacas de raza, pero es verdad también que su hambre es milenaria y que esas vacas mejor tratadas que ellos les merecen justa inquina. Y es verdad también que los campesinos se organizan y ponen en práctica sus tradiciones colectivistas y pueden así, en esos dos primeros años, construir más de 600 escuelas rurales y cerca de 200 caminos sin apoyo estatal: faltaron los maestros que ese estado no pudo suplir.
Aquello no puede durar mucho: las limitaciones de la pequeña burguesía dirigente que solo podía avanzar el proceso hasta los límites de la revolución democrático-burguesa; las maniobras del imperialismo yanqui que empobreció al gobierno mediante bloqueos parciales y obtuvo, en concomitancia con la oligarquía que controlaba en el exterior las fundiciones de estaño, la baja del precio del mineral, fueron debilitando el proceso, y la revolución de 1952 se vio cercada por la angustia económica, la corrupción y la propia inocencia política del pueblo y sus dirigentes que no tuvieron una idea temprana del poder alcanzado y cedieron posiciones a la pequeña burguesía, que terminó por pactar con el imperialismo y entregarle el país. Ha quedado, sin embargo, la experiencia; y es por eso que hoy día la clase obrera de Bolivia no solo tiene coraje sino madurez.

El cine social de Bolivia
En ese ambiente de luchas, en esos años de euforia popular, de movilizaciones masivas en los que los cineastas ven actuar y protagonizar la historia al verdadero pueblo, creemos que nace y se forja el cine social de Bolivia, que más tarde habría de dar lugar al cine militante boliviano
Entre los primeros documentales de importancia que se hacen en Bolivia, a través del organismo oficial creado por el gobierno revolucionario en 1952, es decir el Instituto Cinematográfico Boliviano, podemos encontrar imágenes que registraron momentos clave de la movilización popular: la presencia de miles de campesinos de todo el país que, armados, vigilan en los campos de Ucureña la firma del decreto de reforma agraria; los desfiles de los bravos y temidos mineros que envueltos en bandas de cartuchos de dinamita portan las armas arrebatadas al ejército de la oligarquía…
Esas películas fueron realizadas por personas que hasta ese momento conocían muy poco de cine y que solo intentan producir material de propaganda política; sin embargo sus imágenes están llenas de la presencia jubilosa del pueblo.
En esa Bolivia efervescente de los años que se suceden al triunfo popular de abril de 1952, más concretamente en la década de 1950, la actividad cinematográfica era mínima. Los cineastas, entre guionistas y camarógrafos, no pasan de diez personas. Pensamos que sus películas más importantes no habrían sido posibles sin ese proceso político social. Su visión corresponde a la de un país que comienza a buscarse en el seno mismo del pueblo y su cultura.
El cine militante de la actualidad encuentra su más claro origen en esa etapa. Y aunque posteriormente se dio un retroceso popular en el control del poder, se abrieron y consolidaron las ideas y posiciones antimperialistas que tuvieron su origen práctico entonces. A medida que gobiernos posteriores traicionan los postulados nacionalistas y revolucionarios de abril, la ideología revolucionaria continúa su avance y la necesidad de plantear una liberación antimperialista preside las tareas revolucionarias. Como resultado de esta evolución se desarrolla un cine revolucionario que orienta sus obras dentro de la lucha antimperialista.
NOTAS
* Extractos de la ponencia presentada por Jorge Sanjinés al simposio de 33 Congreso de la Federación Internacional de Archivos del Film, FIAF, en junio de 1977
En Hojas de cine: Testimonios y documentos del Nuevo Cine Latinoamericano, vol. 1, México: Secretaría de Educación Pública, Fundación Mexicana de Cineastas, Universidad Autónoma Metropolitana, 1988.
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