La manera más banal de juzgar El triángulo del lago, haciéndole de paso muy flaco favor, es partir de una implícita presunción de inferioridad. El razonamiento vendría a ser: se ve bien, se escucha nítido, y hasta hay algunos efectos bastante bien logrados, ergo es mejor de lo que podíamos esperar. Cierto retintín de no muy escondida raigambre racista, suma a las supuestas virtudes del producto su apartamiento del cine indigenista, comprometido, o lo que se prefiera denominar.
Lo cierto en cambio es que nuestra filmografía tiene ya suficientes horas de vuelo, con innumerables aterrizajes logrados, añadiría, como para contentarse con la mera limpieza de la factura técnica de un filme. Dicho esto sin menoscabo alguno de las más pulcra ejecución formal de la ópera prima de Mauricio Calderón. La fotografía de Ernesto Fernández revela un manejo profesional que hasta la fecha no había tenido oportunidad de lucimiento. Integrada a la atmósfera, la música de Óscar García, es cada vez más cinematográfica. Remarcable el diseño de arte. Sobre todo, subrayable la mesurada dosificación en el uso de los efectos de computadora, especialmente porque estos no alcanzan a escamotear su artificiosidad, producto de limitaciones técnicas y financieras.
Cualquier persona de mediana sensibilidad ha tenido vivencia de los muy poderosos, y misteriosos efluvios desprendidos por el Titicaca. Dicha constatación dio pábulo a innumerables especulaciones, la mayor parte de ellas de flaco sustento. Es pues lícito, más aun tratándose de una obra que no se pretende científica ni cosa por el estilo, que el argumento escrito por el propio Calderón imagine un paralelismo de coordenadas, y de consecuencias, entre el célebre Triángulo de las Bermudas, y nuestro lago.
Resulta por ende admisible, dentro de los márgenes de la lógica intrínseca de la ficción, que una mujer desaparecida en aguas caribeñas, atraviese unas cuentas puertas dimensionales para regresar en procura de auxilio al lado de su amartelado marido, habitante de esa La Paz vaciado de todo rasgo sincrético, un espacio tan puramente imaginario como el del origen de la mujer desembarcada en el Multicentro a la caza de cobayos para sus experimentos de desmaterialización. Para el caso ansiosa de llevarse de viaje a Daniel, asediado por el espectro de Cecilia, a la que intenta poner en onda con su inmarcesible afecto amoroso mediante el procedimiento de la distribución de mensajes ad hoc, borroneados con marcador en muy normales pedazos de papel sábana, según curiosa recomendación del investigador de ocurrencias paranormales.

Las explicaciones son de lo menos de todos modos. El espectador que entre en el juego planteado por la película, no lo hará en cualquier caso persuadido por las argumentaciones lógicas de los personajes. Ese es uno de los lados narrativos flacos de un tratamiento que daría la impresión de no confiar nada en la inventiva del respetable. Cae de tal suerte en la retórica repetitiva, como morosas escenas dialogadas que truecan porque sí de ambientación: del estudio del perito ocultista, al Valle de la Luna, entretanto prosigue el blabla que va distanciando al espectador de la de todos modos tenue vibración emotiva de la trama.
El suspenso posee sus reglas operativas. Debe dejar un margen de ambigüedad en el desarrollo de los sucesos, para conducir al público a esa pantanosa zona de incertidumbre perceptiva donde los pavores de cada quien tengan su propia oportunidad de manifestarse. Depende por otra parte sobremanera de la identificación con los pesares de los protagonistas. Lo que a su vez requiere de una adecuada composición del antagonista, del malo.
En estos planos El triángulo del lago rinde dramáticamente a medias. La ya aludida tendencia a divagar en estiradas disertaciones, con diálogos que siguen siendo una de las asignaturas pendientes de nuestra dramaturgia, se prolonga en otras inserciones sobrantes. Por ejemplo esa suerte de coda telúrica con la visita al yatiri; superfluo añadido ornamental. Entre la charla, la irrupción de planos “lindos” pero poco funcionales, y una labor de interpretación correcta si bien distante y exterior, la intriga potencial va quedando en agua de borrajas.
La propuesta de Calderón engrosa la saludable diversificación temática, estilística, conceptual, de la etapa reciente de nuestra producción, con un trabajo que ojalá no agote el caudal de ideas de su director, guionista.
Un pájaro embalsamado puede ser bello. Hasta incluso puede parecer vivo. Pero solo se trata de su apariencia, no está vivo de verdad.
1999
Crítica publicada en Susz, Pedro (2014). 40/24 Papeles de cine. Vol. 1. Cine boliviano. Cine y teoría en América Latina. La Paz: Plural Editores. pp. 378-379.
Crítica re-publicada en el Boletín del Festival de Cine Radical 2019.
Proyección en el Festival de Cine Radical 2019
Cinemateca Boliviana | 22.09 | 21:00 | Con presencia del director.
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