Ante el flujo de la realidad, cambiante, caótica y compleja, la pregunta por qué es la verdad recorre la reflexión académica y la vida cotidiana, hoy más que antes, no solo por la condición de un mundo que parece derrumbarse, sino porque la imagen misma de ese mundo se muestra como irrepresentable. Nos preguntamos, qué es verdad sobre todo lo que vemos, o con mayor precisión: ¿lo que vemos es reflejo de la realidad?
La reflexión filosófica, experta en pensar lo que escaparía al pensamiento común, ya ha dado una serie de tópicos acerca del mundo actual. Si bien no puede asegurarnos lo que vendrá, el prisma de cada mirada, desde Paul Preciado a Byu Chul Hang, nos hablan de un mundo que gira hacia el control biológico de la política y al mismo tiempo apuntan a la reflexión acerca de aquello que nunca fue solucionado: la justicia social.
Sin embargo, tanto el control biológico como la justicia social siguen siendo categorías abstractas paras los cuerpos que viven ambas experiencias y ahí nuevamente se abre la condición posmoderna de entender, cada categoría, como una situación relativa y dependiente de cada vida en su contexto. ¿Hay control biológico para el que filma cómodamente desde su casa, o, para el que elude a la policía para vender sus productos? ¿Hay un dilema de justicia social para el que se deja atrapar por el bamboleo de sus cortinas o para el que cruza dos países a pie para volver a su casa? Hay respuestas para ambos, en sí; ni el control biológico, ni la justicia social son cosas que no digan algo sobre el mundo de hoy.
Hemos retornado a la pregunta primordial sobre la situación de la verdad. Con toda la tecnología creada podemos decir que no es objetiva, con todo el acervo de conocimientos introspectivos tampoco afirmamos que es subjetiva, y sin embargo el mundo sigue ahí anoticiando cada día sobre un vértice quemado en su diario girar, por lo que tampoco es que no existe. El fin del mundo es un dispositivo de reflexión para todo esto y un film sobre el fin del mundo no puede hacer otra cosa que acercarnos un poco más a ese mundo que va cayendo –tal vez lo único que sí sabemos.
Desde principios de abril, videastas, cineastas, aficionados e iconoclastas de diverso tipo en Bolivia han compartido un video minuto sobre el fin del mundo gracias a la convocatoria del Festival de Cine Radical. Encerrados en el pedazo de mundo que a cada uno le toco vivir, estos realizadores y creadores han respondido al llamado de gestar un acto libertario: el mundo –incluso su fin– es una creación, una producción, un invento.
No está demás decir acá que es la epistemología marxista la única que parece sobrevivir en esta época, esto por dos motivos. El primero es que es la única visión que provee una mirada abierta al proceso de conocimiento, es decir, considera que la verdad de la realidad no es objetiva, ni subjetiva, sino que es un proceso de producción, de creación. La verdad se crea, no se la encuentra. El segundo motivo es que, junto a la verdad por crear, la realidad misma será resultado de la acción, de la intervención en el mundo, porque si bien no sabemos que pasa realmente en él, sí estamos seguros que cada uno, por muy separado que esté de otros, está presente en él siempre y cuando haga algo y lo muestre. El mundo atraviesa a cada ser humano y saca de este un reflejo de sí mismo: el mundo es también los objetos que creamos.
La construcción hecha paulatinamente por diferentes puntos de vista, en constante contacto, lucha y contradicción, hacen que la “imagen” (del mundo o de su fin) sean un constructo multiforme, en el que la abstracción de cada individuo (su vivencia, contemplación, secuencia de pasos) se hace concreta y real solo en la medida que es parte de un todo más grande, hecho por otros individuos, siempre pendiente de completitud y de intervención práctica. El saber concreto del mundo es resultado de muchas determinaciones.
Lo llamativo es que los videos de la convocatoria #FilmFindelMundo están reproduciendo la metodología de lectura de uno de los textos más importantes de nuestra época: el Capital de Karl Marx. Desde lo abstracto de cada propuesta, desde la abstracción ideal de cada individuo, la intervención real de su mirada levanta en un proceso de disputa de imaginarios un todo nuevo, una verdad multilateral, una creación que replica al mundo concreto. Con esto, se han constituido en una fuerza productiva del mundo en crisis, ya son parte de la lucha de clases y el devenir de la historia.
Sirva esto para señalar que no estamos ante el fin del mundo propiamente dicho, sino que estamos ante el auto-engendramiento del mundo por parte de los seres humanos –por parte de los radicales que filman– y que estos pueden realizar esta acción simplemente porque de sus cuerpos brota la vida, o como dirá Marx, brotan las formas transformadas en nuevo valor.
Imagen: #FilmFinDelMundo de Gilmar Gonzáles.
Puedes ver todos los videominutos en la página del Festival de Cine Radical en Facebook.
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