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Jojo Rabbit, una comedia que no es divertida | #Oscar2020

Como en todo cuento moral, en esta película antifascista, la resistencia, la esperanza y lo que queda de humanidad se encarnan en la madre de Jojo, Rosie, interpretada por Scarlett Johansson, simpatizante de la resistencia antifascista, quien esconde en su casa a una niña judía Elsa.

No es habitual que una comedida antifascista goce del apoyo de la academia estadounidense al punto de nominarla para sus premios Oscar como mejor película. Sin embargo, como es de conocimiento público, Hollywood es un espacio privilegiado para las ideas progresistas y liberales, cuyas obras figuran en categorías como la de documental, caracterizado en Estados Unidos por el riesgo y la denuncia.

Jojo Rabbit, dirigida, escrita, coprotagonizada y producida por Taika Waititi, presenta a Jojo (Roman Griffin Davis), un niño alemán de 10 años que gusta del uniforme y tiene como amigo imaginario a Adolf Hitler, encarnado por el propio Waititi. Ellos dos nos mostraran las vivencias en los campamentos de verano para ser parte de las juventudes hitlerianas, un club doctrinario donde aprenden a temer y odiar al otro, aprenden el desprecio por la ideas, expresado en la quema libros, o tácticas de combate hasta la manipulación de armas, en particular la simbólica daga nazi. Desde la mirada de Jojo descubriremos el espantoso imaginario que construyeron sobre los judíos, ese otro monstruoso y desconocido. Sin embargo, como en todo cuento moral, en esta película antifascista, la resistencia, la esperanza y lo que queda de humanidad se encarnan en la madre de Jojo, Rosie, interpretada por Scarlett Johansson, simpatizante de la resistencia antifascista, quien esconde en su casa a una niña judía Elsa (Thomasin McKenzie).

Será desde la amistad con Elsa y desde la presencia del amigo imaginario Hitler que el pequeño Jojo comprende el absurdo de la guerra, el racismo y el espanto que habita en el fuera de campo de la película. Jojo escribe una suerte de enciclopedia sobre los judíos, donde desmiente que duermen colgados del techo, donde dice que no tienen cuernos y que son humanos como él. Ese proceso de liberación, como remarca la madre de Jojo, solo es posible por el amor, algo desconocido en tiempos de terror. Por ello esta comedia no es divertida. En este gesto radica la simpatía que va generando la película.

Con una paleta de colores dominada por el pastel, recurrencias al género de superhéroes y al género bélico, el riesgo de la comedia y la latencia de la solución final, Waititi construye este cuento moral, antifascista, necesario en tiempos oscuros, donde el miedo al otro se hace ley y la inocencia no tiene ningún valor.

Sergio Zapata

Sergio Zapata

Crítico de cine y comunicador. Programador y gestor cultural.
Coeditor de Imagen docs.

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