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Casting (Denisse Arancibia, Juan Pablo Richter, 2010) / Santa Clara (Pedro Antonio Gutiérrez, 2019)

Predecible, sencilla y correcta hasta el demérito, Santa Clara no es peor que tantas otras películas menores que se estrenan en Netflix y generan entusiasmos desmedidos entre crítica y fans: una historia de época sin pasarse con el costumbrismo, una exploración de género igual que lo fuera Casting, en este caso transitando el sendero de la aventura en lugar del terror, con actuaciones por lo general dignas y unos estándares técnicos solventados con eficacia.

Javier A. Rodríguez escribe sobre Santa Clara, el último estreno boliviano de 2019, para la lista/balance de películas nacionales de la década realizado por Imagen Docs. La lista completa puede leerse aquí.

En mi primer retorno al país, luego de un periodo prolongado de ausencia, coincidí con el estreno de Casting en salas locales. La anunciada como la “primera película boliviana de terror” me supuso una experiencia insoportable, sometiéndome al visionado de una obra inepta en su realización, pobrísima en lo técnico, nula en lo actoral y menos que mediocre en lo narrativo. Peor aún, demasiado pomposa y solemne para calificar como cine Z. Si por aquel entonces la vieja escuela del cine boliviano sugería cierto agotamiento en su contenido, formas y capacidad de interpelar al público, el cine de género, o con ambiciones de consumo masivo, tampoco parecía una opción factible. Los síntomas apuntaban a un diagnóstico poco optimista.

En mi más reciente  visita, el pasado diciembre, la película boliviana que encontré en cartelera fue Santa Clara. Seguramente se trate de una nadería desde el punto de vista artístico, pero me sorprendió como evidencia de la madurez de cierto cine masivo y sin mayor pretensión que entretener. Predecible, sencilla y correcta hasta el demérito, Santa Clara no es peor que tantas otras películas menores que se estrenan en Netflix y generan entusiasmos desmedidos entre crítica y fans: una historia de época sin pasarse con el costumbrismo, una exploración de género igual que lo fuera Casting, en este caso transitando el sendero de la aventura en lugar del terror, con actuaciones por lo general dignas y unos estándares técnicos solventados con eficacia.

Santa Clara no da mucho para pensar, pero sí deja abiertas varias preguntas. ¿Se puede recurrir a la reducción cínica que la vería como la versión de esta década de El Atraco (Agazzi, 2004), que viene a simbolizar un envite de soft power cruceño y poco más? Evidentemente, como realizador Gutiérrez se pretende lejos de los bodrios habituales de Chávez, Serrano y Fernández. ¿Hay futuro para el cine boliviano si se plantea competir en la arena del entretenimiento y el consumo masivo? En la sala, ese domingo por la tarde, había bastante menos gente que cuando fuimos a ver Casting. ¿Hay solo diferencias de presupuesto entre The Lost City of Z y Santa Clara?  ¿Y con el cine de Trapero y Szifron, como va la comparación? ¿Qué anuncia esta golondrina? Ya lo descubriremos, seguramente, en la próxima década.

Javier A. Rodríguez-Camacho

Javier A. Rodríguez-Camacho

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