El discurso de la historia, sin haber aún agotado los hechos, ha relatado la fuga de los presos políticos de la Isla de la Luna (Coati) –ocurrida en 1972 durante el gobierno del dictador Hugo Banzer Suárez– únicamente desde la perspectiva de los que huían. Además, ha dejado en el silencio y anonimato a los isleños que fueron obligados por la fuerza a ser parte de la liberación de los jóvenes izquierdistas, a quienes se ha representado, convencionalmente, como héroes.
El documental Fuera de campo (2016), de los directores Marcelo Guzmán y Mauricio Durán, sin pretender saldar en su totalidad ese vacío, plantea un quiebre en múltiples sentidos (simbólico, de lenguajes, de perspectiva, etc.) con la narración de la historia escrita que, en un puñado de libros publicados al respecto (entre ellos, el de mayor relevancia y prolijidad, Coati 1972. Relatos de una fuga, de Carlos Soria Galvarro) ha idealizado la fuga.
El filme intenta abordar justamente esa omisión del relato histórico: qué sucedió con los seis balseros que, en un intercambio de roles, fueron hechos rehenes por los presos a punta pistola; cómo estos balseros y sus familias, ajenos a la lucha política de la izquierda, fueron los chivos expiatorios en quienes la represión descargó su furia; cómo el “heroísmo” de los presos cambió, para mal, la vida de los balseros y sus familias, provocando mucho dolor; y cómo la acción de estos izquierdistas sigue siendo sufrida por las viudas y algunos de sus descendientes.
Por otra parte, el documental pone en escena quizá la más antigua discusión del cine boliviano: la representación y la presentación de lo indígena. Este tema se ha “debatido” mucho más en la materialización de diferentes planteamientos en obras cinematográficas concretas que en discusiones teóricas. En los abordajes de lo indígena desde el cine, hoy mismo se siguen dando resultados absolutamente opuestos: desde la verticalidad absoluta, el paternalismo, hasta el dejar a la comunidad representarse a sí misma en un esfuerzo de horizontalidad que muchas veces logra su cometido, pero otras queda en simples buenas intenciones que recaen en el paternalismo, la verticalidad, o incluso la impostura.
A esta altura, las buenas intenciones tendrían que quedar sobrando. Por ello, hay que destacar que Fuera de campo logra que el discurso de los isleños no quede en segundo plano, sin paternalismos y sin un discurso de poder velado.
Crítica originalmente publicada en el boletín del Festival de Cine Radical 2017.
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