Han pasado 20 años desde que South Park fue estrenada en la cadena Comedy Central, a la cual salvó de ser un canal más, sin importancia, ayudando a convertirla en el monstruo que es hoy. En ese tiempo South Park pasó de ser una peculiar y desconocida serie, a convertirse en algo que la mayoría conoce, sea por su estilo visual único en el mercado, como por su fama de utilizar malas palabras y mostrar situaciones de estilo grotesco, que juegan con los límites de la censura en televisión. Un show que produce un episodio en seis días para mantenerse actualizado en cuanto a lo que sucede en el mundo. Pero mientras que muchos se han quedado con y han condenado al show por su lado profano, otros hemos podido observar cómo todo esto ha evolucionado hacia una crítica profunda a la sociedad, a la humanidad y, claro, a sí mismos, pues nadie está a salvo.
Trey Parker y Matt Stone, creadores del show, no toman bandos, ni tienen dobles intenciones, ellos se valen de la honestidad y el humor para criticarlo todo. Liberales, conservadores, derechistas, izquierdistas, religiones, caridades, niños, jóvenes, ancianos. Nadie está a salvo. Esto ha hecho que sus críticos más tozudos los califiquen de escapistas que no contribuyen a la sociedad pues sólo se ríen de ella. Pero si le damos un vistazo sesudo, y hasta uno superficial, veremos situaciones ridículas pero que no están alejadas de lo real. Situaciones que nos restriegan la fealdad del mundo en las caras y que juegan con el tabú social y todo lo sagrado (más allá de lo religioso), pues saben que quitarle reverencia a algo, hablar de lo que no se habla, ayuda a que una sociedad pueda evolucionar. Que, eventualmente, tanta obvia y brutal honestidad traerán conocimiento y que con éste se derrota a la ignorancia.
Es por ello que el show es gráfico y grotesco tanto en su lenguaje como en las cosas que nos muestra. Entiende que la gente, los humanos, nosotros, pues, somos ridículos, todos, sin excepción… y se ríen de todas las cosas que nos hemos tomado muy en serio a lo largo de nuestra historia, como la religión, al punto de protegerla y hasta justificarla tras casos pedofilia en la iglesia católica, como vemos en el episodio en que nos enteramos que la cabeza de esta iglesia en realidad es una araña gigante. O hasta del neoliberalismo, mostrando cómo este se vale de nuestro deseo de otredad y de respeto a la diversidad y lo convierte en un mercado más, uno que encubre la realidad y nos hace creer que ayudamos con activismo de redes sociales o forzando el respeto, aunque estas no sean nada más que poses.
La importancia de South Park está en que saben que no sólo los políticos o los religiosos pueden ser unos cretinos. Todos podemos serlo. Y critican cualquier cosa que esté llegando a esos puntos. Ellos incluidos, pues ni siquiera ellos están a salvo de ser humanos y creo que es por eso que al ver esta serie, pensarla y usarla como denuncia de nuestra realidad, podemos aprender no sólo a criticar la fealdad del mundo, sino también un truco o dos para mirarnos a nosotros mismos, dejar de tomarnos tan en serio, criticarnos, reírnos y evolucionar.
Texto originalmente publicado en el periódico La Razón, 17 de diciembre de 2013.
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