
La favorita de Yorgos Lanthimos se adentra en los corredores del palacio de la Reina de Inglaterra en el siglo XVII, para relatar el juego de poder entre tres mujeres: Ana, la reina; Sarah, la amante de Ana; y Abigail, una astuta advenediza que busca romper el idilio amoroso de Ana y Sarah para poder tener un lugar de privilegio dentro del reino.
Lanthimos vuelve a utilizar la fórmula que le habría dado un buen resultado en sus anteriores películas, como por ejemplo Canino (2009) o La Langosta (2015). El uso de un espacio cotidiano que, gracias a relaciones que bien podrían ser denominadas como patológicas, se rarifica, para convertirse en un lugar de encierro. Las relaciones entre los personajes aparecen, según ellos, como una especie de acto de amor, pero en realidad esconden juegos de poder, intentos de dominar al otro, de las maneras más crueles posibles.
En Canino, un padre encierra a sus hijos en su casa para que no sufran los males del exterior. En La Langosta, se dibuja una sociedad en donde hay la obligatoriedad de tener una pareja, para lo cual se encierra a los solteros en un hotel para que puedan encontrar una relación amorosa en un tiempo determinado; después de este periodo, los solteros son convertidos en animales, expulsados, a partir de un acto de crueldad, de la sociedad.
En La favorita el espacio de encierro es el esplendoroso castillo de la Reina de Inglaterra, en donde dos mujeres, Abigail y Sarah, buscan ganarse el cariño de la gobernante para sus fines personales. Ambas, de una manera u otra, aprovechan el estado convaleciente de la Reina, su dolor corporal, para disfrazar sus deseos de poder en relaciones amistosas y amorosas. De ahí la importancia que se da en la narración al sufrimiento de la Reina, a quien es necesario verla en silla de ruedas, gritando de dolor, arrastrándose por el piso y, claro, con varios primeros planos que denotan en ella no solamente cansancio, sino también fealdad.
Son estas relaciones que rarifican el espacio en donde sucede el filme. Pero, a la vez, para subrayar el carácter de espacio rarificado, Lanthimos toma la decisión de filmar varios planos con grandes angulares, con ojos de pez. Asimismo, en un intento de poner al espectador en la piel de la Reina, Lanthimos propone en su narración el uso de elipsis que esconden información importante. Estas elipsis no dejan ver ciertas acciones que habrían emprendido Anna y Abigail, para solamente entrever sus consecuencias.
Esta fórmula, que Lanthimos va perfeccionado de manera tal que sus películas lleguen a un público mayor, sin dejar de perder su estela de ser un “autor de culto”, es evidentemente deudora de cineastas como Haneke o Lars Von Trier. Los realizadores mencionados trabajan lo que se podría denominar como una estética de la crueldad. Existe una búsqueda de ejercer una violencia psicológica en los personajes, pero también en el espectador.
Es gracias a estos efectos que producen en el espectador, a partir de mecanismos diferentes, que Lanthimos, Haneke y Von Tier se convirtieron en cineastas de culto, supuestamente diferentes a cierto “establishment”, casi alternativos. Pero Lanthimos, como sus colegas citados, son cineastas que saben trabajar la fórmula de la crueldad, pero no parece que detrás de ello haya verdaderas ideas formales.
Es decir, más que un autor (que deslumbraba en la inquietante Canino), Lanthimos simplemente se repite película tras película, mejorando la fórmula para lograr entrar en los estándares del cine de Hollywood. Más que un discurso, La favorita es una colección de muletillas, de sutiles engaños al espectador. Lathimos actúa frente al espectador como sus propios personajes: enamorando a partir del embuste. Así como Sarah ejerce sus cruentos encantos para conquistar a la Reina y ganar poder en Inglaterra, Lanthimos hace lo propio para hacerse con el símbolo del poder mayor en el cine: los premios Oscar.
Texto originalmente publicado en la página de Imagen Docs en el periódico La Razón, 17 de febrero de 2018.
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