
¿Qué le pasaría al país si matarán al presidente? ¿Irías a comer a Mac Donald´s? ¿Qué opinas sobre la muerte del venezolano Orlando Figueroa? Con estas preguntas, la cámara de Ernesto Flores recorre calles y avenidas de La Paz entrevistando a transeúntes en su primera película, Como matar a tu presidente (Bolivia, 2018) Estos bloques de entrevistas son insertadas en medio del relato cotidiano de Jesús, alias Bicho, que recorre la periferia urbana en busca de dinero para comprar marihuana el día de elecciones presidenciales en septiembre de 2019.
Flores encara el primer intento de dibujar un futuro inmediato desde un tugurio entre calles empinadas, una casa en la que cortaron la luz eléctrica, el garzonier de un desempleado. Nos situamos en el día de elecciones presidenciales del próximo año, momento en el cual fumar marihuana, planear un asesinato y jugar video juegos son las únicas opciones.
Mecanismos como el plano secuencia, que contiene el tedio que embarga el futuro, en oposición a las entrevistas y secuencias donde hay ruptura de la continuidad, intervención del audio y yuxtaposición de imágenes, convergen en una jornada donde el tiempo y el movimiento, de los personajes como de las imágenes, se van transfigurando. Como matar a tu presidente supone un tapiz de experimentación narrativa y formal por el despliegue de tiempos y opciones de intervención en el material registrado.
Es Bicho, encarnado por el director Ernesto Flores, quien mira, conversa y elabora monólogos sobre lo que nos muestra, pues la película es gobernada por un plano subjetivo por el que conocemos a Checho, Gis, Crissy y Jopo, es decir los conocemos a través de la mirada del protagonista. Es así que se compone este breve retrato cotidiano de Ernesto, en una jornada que promete ser trascendental (elecciones 2019), pero que para el director como para sus personajes, solo es un día más.
En un año marcado por el fetichismo de la imagen cinematográfica, la mutación de nociones morales como el “bien hecho” en un indicador estético, la obsesión por la verosimilitud y correspondencia narrativa en los guiones, carencias en la representación por parte de equipos actorales, Como matar a tu presidente, opera prima de un puñado de jóvenes, encarna el espíritu experimental, arriesgado y poco complaciente de toda primera película potente e imprescindible.
Hacer cine
La cinta se rodó en una semana y se editó en cinco días. Se grabó con cámaras prestadas y las locaciones, en las ciudades de La Paz y El Alto, fueron escogidas los mismos días de rodaje.
Vocación rupturista
Ante cintas mojigatas, complacientes y conservadoras estrenadas en Bolivia el 2018, esta ficción acentúa la vocación rupturista, también vista en Algo quema (Mauricio Ovando) y Mar negro (Omar Alarcón). Como matar a tu presidente viene a certificar la mutación del cine en Bolivia. Estamos ante cines que piensan los modos de producción en función del proyecto narrativo y no al revés. Películas que evidencian el dispositivo cinematográfico.
Operas primas
El entusiasmo sobre una renovación en el cine boliviano se identifica en las primeras obras de sus directores con algunas características similares: asumir riesgos, despojarse de imágenes clichés, investigación e innovación visual, rechazo y distanciamiento de modos de producción convencionales, alejamiento de laboratorios y plataformas de reseteo y homogenización de proyectos, renuncia a la coproducción y apuesta por pantallas paralelas.
Texto originalmente publicado en la página de Imagen Docs del periódico La Razón, 16 de diciembre de 2018.
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