Hasta hace pocas semanas, asociábamos el nombre de Stege solamente a la industria de alimentos en Bolivia y guardábamos memorias de la noche de San Juan comiendo “jadocs” con las salchichas de esta marca. Lo que no sabíamos es que uno de sus principales administradores, el hijo menor de la pareja alemana fundadora de la empresa en La Paz, también fue fotógrafo. Georg Hans Stege Bischoff –quien nació circunstancialmente en Chile en 1917, vivió su niñez y adultez en La Paz, y murió en Cochabamba el año 2000– no pudo ser un fotógrafo a tiempo completo porque sus padres le encargaron el manejo de la fábrica familiar, pero durante toda su vida se entregó a su verdadera pasión: las cámaras, las lentes y el laboratorio, la fotografía como arte, registro de sus numerosas travesías y curiosidades, diario visual de su paso por el mundo y, con ello, de la historia de Bolivia en la segunda mitad del siglo XX.
Con la exposición Mirar para volar, que el Centro Cultural de España en La Paz (CCELP) acoge hasta el 25 de noviembre, el archivo fotográfico de Georg Stege se abre al mundo por primera vez. La muestra es parte del proyecto de catalogación, preservación y difusión de este archivo –impulsado por la Fundación Flavio Machicado Viscarra (FFMV, Las Flaviadas) con el apoyo del clúster EUNIC en Bolivia (Goethe-Institut La Paz, CCELP, Alianza Francesa y Società Dante Alighieri)–, que busca resguardar el acervo fotográfico de Stege y, además, “darle vida”, como explica Eduardo Machicado, director ejecutivo de la FFMV. “La historia de cómo la colección de Stege llegó a nuestras manos es un ejemplo del probable estado de múltiples colecciones privadas en el país. En 2017 recibimos una llamada telefónica casual de la familia Stege, acerca de una posible donación de fotografías de las décadas de 1950 a 1980. Nos embarcamos a Cochabamba sin tener idea de la impresionante colección fotográfica que encontraríamos, formada por más de 8000 imágenes”.

Entre 2017 y 2022, Klaus y Christine Stege donaron a la FFMV gran parte del acervo de su padre: 3852 fotografías en blanco y negro, 5111 diapositivas a color, varios dispositivos fotográficos y equipos de visualización. El fotógrafo Stege “era un hombre muy curioso y creativo que exploraba diferentes medios, como la carpintería y la metalurgia. Le gustaba el arte, la zoología, la botánica y la ciencia en general”, explica el curador español de la exposición Claudi Carreras, quien en 2022 llegó al país a revisar el archivo en la FFMV y comenzar a planear la muestra, junto con el fotógrafo alemán Andreas Rost. No hay prueba más clara de su ávida indagación de la vida que las imágenes que capturó con sus cámaras: en su archivo encontramos paisajes de nevados y selva amazónica, plantas y animales de diversos ecosistemas, rostros y cuerpos de personas de diferentes culturas del país, ruinas y objetos arqueológicos, construcciones arquitectónicas, escenas de la vida cotidiana en mercados y calles de La Paz y su barrio Chijini, la zona del Gran Poder –donde estaba la fábrica Stege y su casa, con un cuarto oscuro en ella–.
Stege fue un aventurero y la fotografía fue la herramienta con la que decidió darle cuerpo a su inquietud y vincularse con el mundo. Desde un primer momento, el reto de la Fundación Flavio Machicado Viscarra en su trabajo de catalogación del archivo radicó en encarnar la dinámica del propio fotógrafo y encontrar las formas de hacer dialogar estas imágenes con multiplicidad de miradas. Luego de una primera etapa de inventario y digitalización preliminar de parte del material, el equipo del proyecto comenzó a catalogar: imaginar mapas, conexiones entre ámbitos, posibles recorridos. “Catalogar implica un ejercicio intelectual de pensar el archivo y preguntarse cómo este puede ser accesible, cómo puede ser utilizado. Se trata de crear entradas, reconocer insistencias y particularidades para acercar el archivo a la gente que no conoce la obra de Stege, pero que puede entrar en ella y encontrar nuevos caminos para muchos campos e intereses bastante o poco explorados”, explica Cristina Machicado Murillo, gestora cultural de Las Flaviadas y coordinadora general de la iniciativa.
Así como la propia FFMV encontró su propia cercanía con Stege, a través de 72 diapositivas a color que registran un festival folklórico de 1974 realizado en la región de Comanche (provincia Pacajes del departamento de La Paz), organizado por el fundador de Las Flaviadas, Flavio Machicado Viscarra, usuarias y usuarios con los más variados intereses y campos de estudio pueden encontrar en el archivo de Georg Stege nuevas imágenes para sus pasiones.

El catálogo en línea –disponible en http://archivo.flaviadas.org/ y trabajado con el apoyo de la Fundación SOLYDES junto a un equipo multidisciplinario formado por Santusa Marca Morales, Rodny Montoya, Andrea Cerezo y Carlota Kuenhne– es la primera puerta para una serie de investigaciones que pueden desarrollarse con este acervo. Desde una investigación sobre el propio fotógrafo, sus búsquedas estéticas y documentales, sus formas de trabajo y prácticas artísticas, hasta el rastreo de sus redes de sociabilidad y, con ello, de aquellas que articularon familias alemanas en Bolivia durante el siglo XX. También es posible hallar nuevas pistas para el estudio de la construcción de carreteras en el norte del país, el desarrollo urbano de la ciudad de La Paz, la vida en el Beni y Cochabamba, o los cambios en las indumentarias tradicionales del país, por nombrar solo algunos de los espacios que pueden sobrevolarse una vez montadxs en la lente de Stege. La muestra Mirar para volar y el catálogo en línea del archivo Stege son ventanas para emprender travesías que, sin duda, dinamizan nuestras memorias y contribuyen a comprendernos y repensarnos con nuevas fuentes.


Volar a través de una fotografía de Stege: de un crimen sin olvido a Violeta Parra

Función de matiné. Un heladero espera paciente a sus clientes, o se antoja entrar a la sala oscura donde se derretirán sus helados. Junto a él, un cowboy andino mira el horizonte: al frente, en el Prado, parece acercarse su destino. En la puerta del cine, algunos hombres esperan; otros parecen venir a su encuentro. Algunxs se alistan a cruzar la calle de uno u otro lado. Uno parece correr, midiendo si la velocidad de su cuerpo se dejará alcanzar por el auto que avanza fuera de cuadro. Afuera. Nadie mira a la cámara.
Esta escena fue capturada por el fotógrafo alemán-boliviano Georg Stege una tarde de 1970, en pleno centro paceño. La esquina del Cine Teatro Monje Campero, con sus balcones navieros art déco, es punto de encuentro y espacio vivo, como lo es aún hoy, más de 50 años después. En el cine se proyecta Crimen sin olvido, película argentino-boliviana de Jorge Mistral, producida en Bolivia por PROINCA, que hizo algunas coproducciones con Argentina y Chile en esos años. Además del film de Mistral, otro de estos filmes fue Volver (1969), que Jorge Ruiz dirigió junto al argentino Alberto Pacciella y el chileno German Becker. La película fue protagonizada por Zulma Yugar y en el archivo fotográfico de Georg Stege encontramos una reproducción a color de un retrato de la cantante orureña en lo que parece ser un material promocional de este film, en formato mediano y papel couché. Aunque este material no refiere autoría de Stege, sino de PROINCA, resulta curiosa su aparición en el archivo del fotógrafo, con lo que podemos empezar a sospechar su vinculación con el cine y el grupo de realizadores articulados a PROINCA en los ’60 y ’70. Queda investigar.

Sobre Crimen sin olvido, Luis Espinal escribió en Presencia el 30 de agosto de 1970:
El argumento policial trata de la búsqueda de un ex-oficial nazi, convertido en patrón de una mina. Casi toda la película está ambientada en La Paz, y en una mina cerca de Tres Cruces; valorando eficazmente nuestro folklore y paisaje.
En medio de los convencionalismos del género, se impone una cierta sobriedad muy boliviana, que da al film sus máximos valores (en El cine boliviano según Luis Espinal, de Carlos Mesa, 1982).
Espinal también destaca la “eficaz sobriedad” de los actores bolivianos Hugo Roncal, Mario Arrieta y Alfredo Domínguez, entre otros. Apunta al cierre de su crítica que “el color y las melodías nacionales dan al film un tono exótico y brillante al mismo tiempo”.
Al parecer, la música juega un papel importante en la película y, por esta fotografía de la cartelera del Monje Campero, también sabemos que fue un enganche publicitario para el estreno en La Paz. Debajo del título del film en la entrada al cine leemos tres nombres, uno de ellos Los Jairas, el grupo que marcó el folklore boliviano desde mediados de los ’60. Más arriba, en el primer balcón del edificio del cine, cuelgan tres retratos de los integrantes de Los Jairas: Alfredo Domínguez, Gilbert Favre y Ernesto Cavour. Georg Stege ya había fotografiado al grupo y una de sus imágenes fue la portada del disco Siempre… con Los Jairas, de 1969. Por otra parte, el retrato del gran charanguista boliviano Cavour que vemos en la fotografía del frontis del cine Monje Campero fue tomado por Stege y, años más tarde, fue la portada del disco Ernesto Cavour y su charango (1984).


El vínculo de Stege con Los Jairas y la música boliviana va más allá de estas fotografías. Según cuenta su familia, el empresario y fotógrafo conocía a muchos músicos, quienes visitaban su casa a ver fotos. Por otra parte, Georg Stege, vecino de la zona de Chijini, frecuentaba la Peña Naira, un centro del folklore en esos años, ubicada a pocas cuadras de su casa. Así lo recuerdan sus hijos Klaus y Christine Stege: “La Paz está ahí, en esa zona. Mi padre iba mucho a la Peña Naira. Nosotros también. Creo que estaba a cuatro cuadras de nuestra casa. El lugar de la Peña Naira sigue existiendo hoy, pero ya no como un lugar de conciertos y exposiciones”.
Stege fue un hombre curioso y su obra fotográfica, hoy resguardada en el archivo de la Fundación Flavio Machicado, da cuenta de sus inquietudes. A través de sus imágenes podemos rastrear los vínculos afectivos y de amistad del fotógrafo, que lo llevaron a configurar su hacer como un diario de su experiencia íntegra y vital en La Paz y Bolivia. En el diverso conjunto de álbumes, cajas y muebles de fotos que conforman el fondo Stege en el archivo de Las Flaviadas, podemos encontrar, entre otras cosas, rastros de la escena cultural paceña de los años 1960 y 1970, un periodo vital en el folklore boliviano y latinoamericano en el que destacaron figuras como Alfredo Domínguez, Los Jairas, Ernesto Cavour, Gilbert Favre, Violeta Parra y su paso por Bolivia.
¿Es posible que Stege haya fotografiado a la cantautora y artista chilena? El fotógrafo tomó algunas imágenes de la Peña Naira y, por otra parte, como sabemos, Parra tuvo una fuerte vinculación con la música boliviana y particularmente con este espacio y la dinámica cultural que acogió, como lo explica la investigadora María Antonieta Arauco en una exposición realizada para el Museo Violeta Parra. Fotografías existentes o no, podemos imaginar las miradas de Stege y Parra cruzándose entre muchas otras en la Peña Naira en la segunda mitad de 1960. Con la apertura del archivo de Stege es posible volar con los ojos y la mente por La Paz de esa época, ver fotografías de todo tipo de cotidianeidades, proyectar e imaginar otras, escuchar el sonido del obturador, de una quena o un charango, de una sala de conciertos, las risas, el choque de las copas, el coro de voces y gritos de una bohemia andina.

Añadir comentario