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Las banderas del amanecer, de Beatriz Palacios, Jorge Sanjinés (1983, 76’). La vigencia del cuestionamiento a la democracia

Crítica publicada en los Cuadernos de investigación MUJERES/CINE: Bolivia 1960-2020, proyecto de Imagen Docs y el Festival de Cine Radical, con el apoyo del Centro Cultural de España en La Paz.

Las banderas del amanecer, de Beatriz Palacios y Jorge Sanjinés, es una película documental que nos hace un recuento cronológico y crítico sobre la vuelta a la democracia en Bolivia, desde el último ciclo de dictaduras. Con un aporte importante en el retrato de las luchas populares en nuestro país, esta película, además de ser testimonial, nos presenta una propuesta política sobre lo que significa la democracia en nuestro país.

La película nos sitúa desde un primer momento en la cotidianidad típica de una ciudad de finales de los 70’, cuando esta rutina urbana es interrumpida por el proceso del nuevo Golpe de Estado de protagonizado por Natusch Bush. Los testimonios que nos hablan sobre esta interrupción vienen directamente de los afectados, mujeres que han perdido a sus maridos e hijos, preocupadas no solo por el presente inmediato si no también por lo que implica a largo plazo, cómo afecta sus vidas en todo sentido. No es la primera vez que el pueblo vive este tipo de acciones por parte del Estado y se organiza en el momento mismo para compartir el relato de la vivencia: es un retrato del luto y la indignación en tiempo real. Este momento nos presenta a los primeros protagonistas, y no es un individuo en concreto si no a un colectivo, afectados directos que tienen demandas y acciones comunes, que viven en primera línea la represión. Los segundos protagonistas son las movilizaciones en las ciudades, movilizaciones vivas que agrupan a varios sectores sociales, universitarios y trabajadores rechazando al nuevo gobierno de facto. Aquí rescatamos el trabajo de articulación entre las imágenes que nos muestran una movilización de varios sectores de la población, muchas veces solo con carteles y canticos, y los audios de los medios nacionales, que proclaman que las acciones del gobierno, los operativos anti guerrillas y las intervenciones militares, se hacían por la paz. Es la criminalización constante del Estado hacia un pueblo movilizado.

Otro elemento central en la película lo constituyen los colectivos que se manifiestan en contra del Estado y que se desarrollan de manera casi simultánea en varios espacios –las ciudades, el campo y las minas–, escenarios de acción articulados que derrumban el mito de la desconexión y enfrentamiento entre campo/ciudad/mina. Vemos cómo, a pesar de las distancias, la sincronía de los discursos y las acciones son casi naturales y son el resultado de una tradición de manifestaciones. Nuevamente, los protagonistas que nos presenta el filme tienen características que no son menores, porque nos muestran cómo los discursos son fundamentales para entender la complejidad: vemos a los líderes sindicales enarbolar discursos que alientan a la gente que los escucha y que no se quedan en simples vítores. Las voces que se escuchan muy atentamente también provienen de las mujeres, que cuentan cómo sienten las crisis de manera muy temprana –por la falta el o alza de precios de los alimentos y elementos básicos de la vivienda–, cómo les afectan directamente las políticas socio-económicas. Algo presente siempre durante los discursos y que forma parte importante de la película es la memoria larga, desde la época de la colonia y con el uso del idioma aimara y/o quechua. La construcción del movimiento popular de la época de fines de los setenta y principios de los ochenta se muestra de manera muy clara, con una constante reflexión sobre los horizontes que se buscan.

La presencia de todos estos elementos no se da solo para adornar partes de la película, sino que es totalmente central y nos permite hoy discutir las narrativas que nos han llegado de esa época. Se puede ver la cuidadosa selección de las imágenes para contar este proceso de lucha contra las dictaduras y no hay una posición tibia sobre ello: mostrar de manera explícita a los autores de las masacres, los lugares y las fechas de estos sucesos, muestra una posición y acción clara por parte de los realizadores.

En el recuento cronológico del periodo, la película también cuenta el ascenso de Lydia Gueiler Tejada en noviembre de 1979. Este podría haber significado un cambio en cuanto a las políticas, pero, así como sus antecesores y dada su línea política, la presidenta no hizo reformas importantes para el pueblo, tal y como decía en sus discursos, y trató de implementar un paquete económico que afectaba a las familias bolivianas. El film recoge la movilización y la organización de las mujeres, en su necesidad de hacer escuchar sus demandas.

La última parte de Las banderas del amanecer aborda la dictadura de García Meza. La película muestra cómo el movimiento popular es constante durante todo este tiempo: casi tres años de movilización y denuncia constante podrían haber desgastado a sus actores, pero este no es el caso de Bolivia. Las denuncias y las demandas son claras: el pueblo no está dispuesto a aceptar más atropellos, quiere la liberación de sus dirigentes y el reconocimiento de sus sindicatos; la huelga es su arma, hay una presión constante y las banderas de reivindicación nunca bajan. La historia oficial casi omite estos actos: lo que cuenta es que el gobierno dictatorial de García Meza cede solamente por la presión internacional. Nuevamente, las imágenes del pueblo movilizado y los relatos de los medios oficiales no coinciden. En esta sección del filme, se decide dar algunos minutos de pantalla a las Fuerzas Armadas, para conocer su punto de vista. Un grupo de oficiales habla desde el reconocimiento y sobre el abandono hacia los últimos generales, apuntando que las FFAA son parte del pueblo y que no se permitirá que se mancille el nombre de esta institución. Simplemente, el discurso queda en eso: simple discurso.

En el cierre de este relato sobre el retorno a la democracia, podemos ver quizá lo más potente de la película, que es el “después”. El final feliz no se da con la llegada de Siles al poder, no se queda con un triunfalismo porque ya se ha reconocido al gobierno legítimo. La última parte del filme nos sigue contando las movilizaciones del pueblo, cómo este sale a exigir que se cumplan las promesas electorales, no como una simple queja. Se ha recuperado la democracia, pero ¿cuál democracia? Todos esos años de lucha se traducen en un cuestionamiento profundo sobre la construcción de lo que debe ser la nueva política nacional, no solo una democracia clásica, sino una que responda a las necesidades de los pueblos. En la película, vemos cómo las personas están muy conscientes de que es nuevo tiempo, pero que no pueden bajar los brazos, sino que deben prepararse para responder a futuras movilizaciones. El final de Las banderas del amanecer nos abre muchas preguntas sobre la democracia, sobre la soberanía de los pueblos, sobre la liberad, entendiendo que no solo se trata de ganar en urnas, sino también de transformar completamente la sociedad y que no hay que bajar los brazos en esta lucha.

A más de 20 años de su estreno, el filme de Beatriz Palacios y Jorge Sanjinés sigue haciendo interpelaciones importantes discursivamente. Estamos ante imágenes que se repiten veinte años después en la actualidad, en las movilizaciones populares, en los cánticos tradicionales de estas, en el constante enfrentamiento a las instituciones represoras como las FFAA en contextos específicos. Como lo aislado no se encuentra tan aislado, evidentemente la mano y propuesta de Beatriz Palacios se sigue sintiendo mucho tiempo después, las imágenes directas y la interpelación del orden apelando a un proceso de trasformación constituyen posturas evidentes. Por ello, esta película sigue siendo tan vigente como lo fue el momento de su estreno.

Ficha técnica

Año: 1983.

País de producción: Bolivia.

Duración: 76 minutos.

Soporte: 35 mm.

Color: Color.

Dirección: Beatriz Palacios y Jorge Sanjinés.

Guion: Jorge Sanjinés.

Fotografía: Jorge Sanjinés, Eduardo López.

Cámara: Ignacio Aramayo, Eduardo López.

Montaje: Jorge Sanjinés y Beatriz Palacios.

Música: Marcelino Quispe.

Producción ejecutiva: Beatriz Palacios.

Producción: Grupo Ukamau.

Sinopsis

Documental sobre la lucha popular que hizo posible la recuperación del proceso democrático, interrumpido por el golpe militar del coronel Natusch en 1979 y el asalto al poder del general García Meza tan solo un año más tarde. Acompañando los acontecimientos, sin interpretaciones ni análisis, la película da cuenta del alto grado de conciencia social y política del pueblo de Bolivia.

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Natalia Linares

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