Dedicado a la memoria y recuerdo de Franchesco Díaz y Miguel Tamayo, que ya no están con nosotros.
Dijo (Jorge) Sanjinés en una entrevista el 2007: «Es difícil aceptar una crítica mala, a los cineastas nos duele, pocas veces la aceptamos de buena gana. La reacción, primera, es de rechazo porque uno cree mucho en el trabajo que hace. Sin embargo, a mí me ha pasado personalmente que en un primer momento he rechazado una crítica. Me he dicho: ese señor está equivocado, no ha en[1]tendido, no ha comprendido lo que he querido decir. Luego pasa el tiempo y pasan los años y me he dicho: ese señor tenía razón. ¿Cómo es que yo no me di cuenta? ¿Cómo metí la pata de esa manera? Tenía razón. ¿Por qué me he enojado tanto? Menos mal que no lo he expresado públicamente, pues hubiese quedado como un idiota. Entonces eso me demuestra que la crítica juega un papel y hay que tolerarla, hay que mirarla y recibirla con humildad, para propio beneficio».
En 2005, reflexionó (Martín) Boulocq que hacer cine en Bolivia es tan difícil o tan fácil como en otro país, que nuestro problema no es hacer cine, sino pensar el cine, no se piensa el cine en nuestro país (2005).
En 2001 confesó (Pedro) Querejazu que dejó de hacer crítica (de arte) hace muchos años porque iba a perder a todos sus amigos. Y, entre sus cuates y la crítica, escogió a los primeros y todos per[1]dimos. «Yo escribía crítica pero no saben la cantidad de enemigos que me conseguí. En una ocasión escribí un comentario acerca de una exposición de los Lara, un hermano había desaparecido en la Argentina por la guerra sucia y ellos decidieron homenajear a su familiar con una exposición. Yo dije entonces que no podían rendir tributo a alguien con sobras, con obras de sobra de su taller, con sobras no vendidas de otras exposiciones. Su enojo conmigo duró quince años y cuando preparaba un libro sobre arte boliviano, me dijeron a través de otra persona, que no les sacara en el libro, cosa que no hice porque los Lara son parte de la pintura de nuestro país» (2001).
Y en 2006 añadió Franchesco (Díaz Mariscal): «hay quienes consideran que la crítica es inútil, que solo es entendida por unos cuantos iniciados, más de una vez escuché decir que Susz escribía para sí mismo. Que quienes se dedican a criticar películas, son (somos) una manga de aburridos e intelectualoides cineastas fracasados» (2006). No solo somos cineastas frustrados, también podemos ser “estudiantes de comunicación frustrados”. Así se lo dijo públicamente Bellott (Rodrigo) a De la Zerda (Sergio) cuando éste criticó la “lla[1]mita blanca” de aquel. Sergio, como todos los críticos, tiene un cerebro lleno de verdades absolutas. Así lo aseguró públicamente Bellott, que escribió que él no hace películas para destruir, a diferencia de los artículos de la Zerda. «Espero que puedas formarte, no te deseo el mal, como están acostumbrados los cochabambinos a pensar», cerraba el bueno de Rodrigo. Feo es ser crítico, pero… ¿crítico cochala?1
A parte de fracasados, somos ignorantes. No tenemos formación ni nunca la tendremos si seguimos sacando la mierda a la «promiscuidad de lo malo» (la colega Mónica Heinrich dixit, periódico El Deber, 2014). Un veterano actor de teatro, en una ocasión, tras leer una mala crítica de su obra, me disparó directamente a la cabeza: ¿dónde has estudiado teatro? ¿dónde has actuado? ¿dónde te has formado? O sea: ignorante, ¿contra quién has empatado? ¿Has pateado pelota alguna vez en tu vida? Somos proyecto de futbolistas (cuando se comenta fútbol) o aprendices de teatrero (si está el teatro en juego).
La crítica es un (inútil) deporte de alto riesgo. Pierdes amigos, ganas enemigos y, evidentemente, eres un amargado solitario sin remedio, hayas hecho lo que hayas hecho en tu bochornosa existencia. Un productor llegó a decirme públicamente que mi vida era una larga amargura, que no tenía ni amigos, ni chica, ni familia que me aguante. Y que ahí estaba la explicación de mis malas críticas. Se podía haber callado en siete idiomas, como Sanjinés, pero prefirió quedar públicamente como un idiota.
Sería larga la lista de las amistades perdidas, de los cineastas que te dejan de hablar, para siempre o solo unos 20 años. En el segundo grupo está Marcos Loayza. Su segunda película, tras su exitoso debut yungueño, no fue un acierto “escrito en el agua”. Loayza, como muchos otros, desplegó ante la batería de malas críticas un ejército de cuates. Son los críticos circunstanciales que salen a “contrarrestar”. La misma táctica fue usada años después por el mago de las comedias maravillosas: el señor chapaco Ro[1]drigo Ayala Bluske. Todavía produce escalofríos su trilogía de pelis: Día de boda (2008), Historias de vino, singani y alcoba (2009) y, la peor de todas, La Huerta (2013). Ayala, como buen ex “trotsko”, respondió con masas de escritos a favor de sus pelis. Hoy escribe crítica en el periódico Página Siete. Por fin la crítica boliviana hace algo bueno por el resto de la humanidad. Arrodillaos y suplicad perdón: hemos sacado al señor chapaco del maravilloso mundo de las comedias regionalistas.
Igual, uno extraña esas polémicas. En el universo paralelo de la crítica, cualquier pasado fue un tiempo mejor. En mi etapa como editor de Fondo Negro −cinco años, de 2000 a 2005, hasta que me despidieron− conté 25 críticos de cine: Sergio Cáceres, Toño Vera, Daniel González Gómez-Acebo, Miguel Ángel Tamayo Cruz, Tomás Lizárraga, Oscar Guisoni, Luis Minaya Montaño, Rodrigo Reque, Edmundo Paz Soldán, José Murillo, Ramón Rocha, Ricardo Bedoya, Cé Mendizabal, Alejandro Zárate Blades, Marco Basualdo, Mauricio Souza Crespo, Fernando Molina Monasterios, Rodrigo Antezana Patton, Franco Sampietro, Álvaro Ruilova, Pablo Ortiz y el que escribe.
Y en ese pasado que siempre es mejor, se hacían polémicas en prensa escrita en cada estreno boliviano, para bien o para mal. ¿Po[1]demos decir lo mismo ahora? La última gran película, Viejo Calavera (Kiro Russo, 2016), tuvo críticas buenas pero los que no gustaron de ella apenas juntaron letras. ¿Por qué hemos caído en una cruel apatía? Es cierto que no hay casi medios donde expresarse, que los dueños y directores no tiran pelota a la crítica (nunca lo hicieron). Polémicas eran las de antes, incluso registro una sobre el cine porno (entre Guisoni y Sampietro en el Fondo Negro), o una entre Susz, “Fer” Molina y el que esto escribe sobre… ¡Juana de Arco! y el cine comercial. Cada estreno boliviano provocaba polémicas y eso llevaba más público a las salas oscuras. Faustino Mayta visita a su prima (Roberto Calasich, 2003), Matrimonio kolla (Luis Rocha, 2001) (una porno local de infausto recuerdo), Los hijos del último jardín (Jorge Sanjinés, 2004), Evo pueblo (Tonchy Antezana, 2007), Sena quina (Paolo Agazzi, 2005), Di buen día papá (Fernando Vargas, 2005), American Visa (Juan Carlos Valdivia, 2005), la citada Quién mató a la llamita blanca (Rodrigo Bellott, 2006), Che (Steven Soderbergh, 2008), Sirwiñakuy (Amy Hesketh, 2010), En busca del paraíso (Paz Padilla, Miguel Chávez, 2009), y “last but not least”, Olvidados (2014), de un mexicano que no recuerdo con nuestra Carla Ortiz. Esta última no se quedó atrás y añadió un nuevo adjetivo para el menguante colectivo de críticos bolivianos: ¡comunistas!
Todos tienen razón: los críticos somos todas esas cosas malas y mucho “pior”. Y también somos “peligrosos”, necesarios, incómodos. Una perlita para el final. En 1998, comencé a escribir crítica en el periódico La Razón a invitación del querido compañero don Germán Araúz Crespo, alias “Machi”. En una de esas, en marzo de ese año, la embajada de Estados Unidos y el gobierno municipal de La Paz (¡qué parejita feliz!) auspician el estreno de la última de Spielberg (¡maravilloso!). ¿No dije que cualquier tiempo pasado fue mejor? ¿Se imaginan algo así en nuestros tiempos anti-imperialistas? La peli se llamaba Amistad (2007), todo un guiño inocente, y presidió el acto la mismísima embajadora, doña Donna Hrinak. Titulé la crítica: «Burdo discurso patriotero». Y mi epígrafe decía: «Las grandilocuentes palabras de la embajadora Donna Hrinak no sirvieron para que el público que llenaba el cine 16 de Julio disfrutara de una aburrida y maniquea película de Spielberg». Evidentemente, el epígrafe fue censurado (por obra y gracia del señor subdirector, gran fan del señor Spielberg). Y quedó así sobre el papel de periódico al día siguiente: «La embajadora Donna Hrinak agradeció personalmente al director norteamericano la cesión del filme para su exhibición en La Paz. A la finalización del pase, el público que llenaba la sala, se dividió entre alabanzas y críticas furibundas». En el texto, este párrafo también fue eliminado: «El tratamiento paternalista del tema de la abolición de la esclavitud es un pretexto para mostrarnos la supuesta grandeza de una nación que todavía hoy no ha podido superar las injusticias y las diferencias raciales».
Mi querido ex subdirector y amigo hasta hoy también sabía que los críticos somos una manga de fracasados, ignorantes, solitarios y… por supuesto “peligrosos” comunistas. Al fin y al cabo, ¿qué sabemos de la abolición de la esclavitud en Estados Unidos? Sigan disparando contra el crítico, amén de quedar expuestos pública[1]mente a la categoría de idiotas, como decía el maestro menguante (como la crítica), Sanjinés.
1¨ [Nota de los editores] La carta enviada por el cineasta Rodrigo Bellott, a Andrés Laguna, editor del suplemento la Ramona del periódico Opinión de Cochabamba, a propósito de una crítica de Sergio de la Zerda sobre Quién mató a la llamita blanca (Rodrigo Bellott, 2006), estrenada en agosto de 2006, puede leerse en el siguiente enlace: http://lopeorcitodebolivia.blogspot.com/2009/03/puesto-numero-uno-rodrigo-bellot.html. La crítica de Sergio de la Zerda, publicada en la Ramona el 27 de agosto de 2006, puede leerse en el siguiente enlace: http://pantallacaci.com/ ibermedia-digital/criticas/las-caras-de-la-inocencia-en-un-pais-de-pelicula/
REFERENCIAS
Boulocq, M. (2015), «Pensar el cine en Bolivia». Fondo Negro, La Prensa, 15 de septiembre de 2005.
Díaz, F. (2006), «Un porqué de la crítica cinematográfica». Revista Fotogenia, 1, La Paz, septiembre de 2006.
Heinrich, M. (2014), «La promiscuidad de lo malo». Brújula, El Deber, 20 de octubre de 2014.
Querejazu, P. (2001), «Por qué no escribo crítica de arte». Fondo Negro, La Prensa, 20 de marzo de 2001.
Sanjinés, J. (2007), «Entrevista a Jorge Sanjinés: Integrando desde una mirada profunda». Diseccionando musas, 28 de abril de 2007.
Texto publicado en «Jornadas de Cine boliviano. La mirada cuestionada» (2018). ISBN: 978-99974-0-190-8
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