ImagenDocs

Cine de lauros se hizo en Bolivia (1975)

La actividad cultural más joven del país

Amalia de Gallardo

Artículo publicado en el periódico El Diario, el 6 de agosto de 1975. Documento consultado en la Hemeroteca de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Transcripción realizada por Imagen Docs, para los Cuadernos de investigación del proyecto MUJERES/CINE: Bolivia 1960-2020.

Dos de los aspectos fundamentales de este mundo en formación son: la creciente socialización y la cultura de masas. Dentro de estos aspectos tienen una gran importancia los medios de comunicación social. La socialización se manifiesta en la multiplicación de los vínculos y las relaciones entre los hombres, fenómeno que se debe sobre todo al progreso de las técnicas de difusión. Respecto a la cultura, a esos mismos medios se debe el hecho de que esta (la cultura) ya no sea privilegio de una élite. La cultura de mases prepara y expresa cada vez más y mejor la unidad del género humano, al mismo tiempo que conduce al hombre hacia su perfeccionamiento como persona y como ser social. En algunos países, esto no pasara de ser una ilusión si no se les facilita a esas masas la forma de adquirir esta educación, que se lograra en gran parte con la correcta utilización de medios modernos de comunicación social, que son: el cine, la prensa, la radio y la televisión.

El cine es el principal medio de que se dispone hoy en día para hacer llegar a los espectadores (considerando dentro de esta categoría a un 50%, más o menos, de la población de Bolivia) todas las ideas buenas y malas. Por lo tanto, el cine es una escuela masiva y de ahí la importancia que reviste dentro de la actividad y orientación de la ciudadanía.

Se debe comprender hoy, que no puede haber una apreciación completa sobre la evolución de un pueblo que deje de lado la labor y trayectoria que su cultura haya tenido en el campo de la cinematografía.

El hecho histórico de la aparición del cine, fechado con toda precisión, entraña una revolución considerable en las bases del espectáculo y del entrenamiento del hombre. Esta revolución, aunque rápida, no fue consciente al principio. Pero, muy pronto, los perceptores del ambiente social –sociólogos, moralistas, pedagogos y psicólogos– se dieron cuenta de que había surgido en el mundo un poder digno de estudio y encauzamiento. Hoy, cada vez más claramente, vemos que se acerca el momento en que el cine será el más completo tratado de humanidades y ya todo escritor literario piensa en la posible adaptabilidad de su obra al cine. Pero no cabe duda que la opinión general anterior al presente momento –y que todavía persiste entre algunos intelectuales– era un cierto desdén hacia el cine.

En los últimos quince años han surgido con una fuerza vital y arrolladora las producciones nacionales de películas realistas y testimoniales sobre necesidades y anhelos de los diferentes pueblos; filmes que despiertan en el público la idea de que existen otros grupos humanos con los mismos problemas y que las soluciones son soluciones de conjunto, que dependen de un esfuerzo común. Bolivia tenía tanto que decir que el cine resultó ser para nosotros el medio comunicador más gráfico y veraz para llegar a los ojos del mundo entero.

La variedad de expresiones folklórica, las riquezas aún no explotadas de sus diversos climas y conformaciones regionales, la virginal inocencia de su población nativa eran urgencias patrias que debían traspasar nuestras fronteras y llamar el interés de conocimiento y cooperación de los que, al descubrirnos, iniciarían el flujo turístico, fuente innegable de diversificación económica, cultural y de trabajo.

Hoy, pese a todas sus limitaciones, Bolivia ocupa un lugar de importancia y atención en los diferentes medios de la actividad mundial y nadie puede negar que el cine ha sido uno de los medios más eficaces para romper barreras y presentar a la faz del mundo una panorámica desafiante, atractiva y tentadora: este pedazo de tierra prometida en que se ha convertido actualmente Bolivia, frente a las angustias de un mundo superpoblado, sumido en el terror de las guerras y la cada vez mayor demanda de recursos naturales.

En ningún otro lugar como en Bolivia, el documental resultó ser el género cinematográfico de mayor significación histórica, el gran medio integrador de la nacionalidad.

El analfabetismo, la dificultad de los medios de locomoción, la diversidad de climas, costumbres e idiomas dividían el territorio patrio levantando barreras difíciles de superar para una integración creadora. Este lenguaje universal de la imagen en movimiento resultó ser ideal para revelar la riqueza, los inicios de nuestro desarrollo industrial, los esfuerzos por materializar el progreso soñado por largos años y, sin necesidad de aprender a leer o unificar el lenguaje, el cine documental mostraba a todos objetivamente la variedad en su unidad de lo que es patria y esfuerzo humano.

El cine nació siendo documental. Las primeras películas presentadas por los hermanos Lumière eran precisamente documentales. Por otra parte, el documental tiene una gran significación humana porque es testimonio objetivo y subjetivo de la realidad exterior o interior del hombre, ofreciendo al espectador nuevos horizontes y conocimientos. Puesto que el cine goza de esa facultad universal unificadora de psicologías y creadora de una vasta comunidad produce una concentración progresiva de masas, de poblaciones que desfilan ante la pantalla.

Desde la pantalla, el hombre del Altiplano descubre la variedad topográfica de su patria, conoce sus productos, sus normas de vida. El poblador de los valles y tierras tropicales presencia el progreso de la sede del gobierno y su movimiento urbano. Ya no hace falta trasladarse para comprender el sacrificio del trabajo en las minas, ni las posibilidades que brindan las amplias llanuras fértiles de nuestra patria. La decantada riqueza múltiple de nuestro suelo se hace realidad a nuestros ojos y el canto de las olas rompiendo en los acantilados acaricia nuestra nostalgia por una costa que antes resultaba, para un gran porcentaje boliviano, una cosa misteriosa y desconocida –tal vez inútil. Ya para nadie resulta desconocido el gobierno, el campesino, el soldado: nos hemos integrado en un acercamiento invitador a romper de una vez por todas las dificultades de vías de comunicación, de intereses marginados.

Hoy, gracias a los noticieros, vivimos contemporáneamente las angustias y los logros de este complejo que va cobrando realidad de patria, única y unida.

Hasta ahora, cuando se han indicado los males morales del cine, se ha fijado la atención, más que en la esencia del cine, en sus consecuencias, las cuales no se ha considerado si proceden de la condición esencial del cine o de los usos arbitrarios que se hace de él. Es evidente que el cine ha causado y causa daños morales. Ahora bien, ¿esto procede de ser cine o de que se ha abusado del cine? La respuesta es obvia.

Al reflejar la vida, ¿tiene el arte que sujetarse a una norma? La sociedad, sin duda atendiendo al bien común de sus componentes, tiene el derecho y el deber de defenderse contra toda agresión o daño. El pintoresco mito de la libertad creadora no tiene vigencia. En arte, en concreto, hay un hecho indiscutible: que todo arte es un fenómeno social y mucho más el cine, cuya socialidad ya hemos examinado. El arte, en cualquiera de sus formas, es de origen divino y, por tanto, bueno de suyo, pero está en manos de hombres no siempre honestos, leales, buenos ni dignos y en esas manos, al servicio de ideologías perniciosas o negativas, en un formidable instrumento de desintegración espiritual. Por cuanto produce daño o beneficio, el cine no puede estar al margen de las normas sociales. Hay la libertad del creador, pero también la libertad avasallada del espectador, igualmente digna de respeto y aún más, pues el espectador es teóricamente un menor de edad, un desvalido frente a la potencia tremenda del cine.

El Estado y la Iglesia, cada cual en su esfera, como sociedades perfectas que se supone son –o, por lo menos, en busca de perfeccionarse– han de velar por el bien de los súbditos que les están encomendados y una de sus armas es la censura.

No se entiende por censura un arma enteramente negativa, sino un ente destinado a orientar por medio de sus juicios normativos, ayudando a formar las conciencias y favorecer el éxito de las obras de valor. Pero esta acción tiene que ir acompañada de un mínimo esfuerzo de educación especializada; de otro modo, se provocará una reacción de rebeldía ante un cine antiartístico y secretamente dirigido hacia la despersonalización y mentalización, anteponiendo un carácter de negocio-espectáculo que pronto caerá en la tentación de halagar las pasiones bajas, los instintos primarios del hombre. La libertad artística es, para muchos, la libertad de hacer dinero como les dé la gana.

No solo por un afán más o menos legitimo e intervencionista, sino también por esta contaminación que ha sufrido el cine, existe censura previa en casi todos los países civilizados; las razones de derecho, equidad y oportunidad habría que estudiar en cada caso.

La labor esencial de la censura es estimular un cine propicio a la inteligencia, a la mentalidad y a la sensibilidad del público y no a los instintos bajos; arte o no arte, pero siempre un lenguaje iluminado por la luz racional, que es el triunfo del hombre sobre la bestialidad. Lo que acabamos de explicar no significa que el arte no puede presentar el Mal, La Fealdad, el Pecado. Hay la libertad para tratar todos los temas siempre que no llamen a engaño y que el mal no sea presentado como bien, la injusticia como justicia o el pecado como atractivo. Ahora bien, una película que denuncie el mal, ¿puede ser vista por todos? Para determinar quiénes pueden o no ver una película, se han establecido los organismos de Censura y Centros de Orientación Cinematográfica.    

Desde el año 1955 la Honorable Alcaldía Municipal de La Paz cuenta con un Cuerpo de Censores de Espectáculos, que solo tiene vigencia municipal. Esto provoca una serie de equívocos y situaciones complejas a lo largo del territorio nacional, ya que un filme proyectado en el interior    a veces no es aceptado en el interior a veces no es aceptado fácilmente en La Paz y viceversa. En un esfuerzo por conjuncionar normas y siempre tratando de precautelar nuestros valores morales, culturales y patrióticos, debería centralizarse esta labor con un reglamento muy detenidamente analizado y evitando siempre caer en una corriente negativa o mal fundamentada.

Los tres peligros que el crítico italiano Chiarini señala acerca de la censura son: dar con demasiada facilidad el visto bueno a un filme que, bajo el inocente aspecto de la novela rosa, de aventuras o policiaca, esconde un sutil veneno moral bastante más dañoso que una escena de violencia o un desnudo. Segundo: prohibir obras auténticas de arte, por su misma naturaleza siempre educadoras, prohibirlas porque contengan fragmentos que la ley prevé como censurables. Y tercero: actuar en función política limitando la libertad de pensamiento.

La Censura Municipal de La Paz tiene un carácter obligatorio, a fin de ayudar a los profesionales del cine (distribuidores y exhibidores) a prohibir la asistencia de niños y jóvenes a espectáculos no aptos para esa edad. Este Cuerpo de Censores se encarga, así mismo, de prohibir la proyección de películas consideradas lesivas a la moral, la dignidad o los valores nacionales.

El Centro de Orientación Cinematográfica, en cambio, tiene un carácter orientador y pretende indicar el grado de moralidad del filme que se proyecta. Censura y Centro trabajan con una orientación muy general. Dictan normas para un público normal.

Cada espectador, según su sensibilidad y carácter, debe dictar sus propias normas. Todo depende en último término de la conciencia personal y, sobre todo, de la formación moral y cultural de los espectadores. La bondad de la existencia de la Censura en Bolivia esta más que nada en relación con la ausencia de puntos de referencia cultural de la masa popular para elaborar sus propios juicios. Por lo tanto, creemos que en nuestro medio es un parapeto que resguarda los valores propios y naturales de la ciudadanía.

Jorge Ruiz

Frente al compromiso de hacer una recopilación de datos, nombres y fechas de los primeros pasos de la labor cinematográfica en Bolivia, nos pareció lo más efectivo e interesante hacer una entrevista a un hombre ya célebre y profundamente vinculado al desarrollo de la cinematografía en el país.

A.G. Como uno de los pioneros del cine nacional, quisiéramos que Ud. responda algunas preguntas.

J.R. Debo aclarar que yo no me considero de ninguna manera como pionero. Antes que yo hubo mucha gente de mérito y sobre todo visionaria, que fue la que inicio el cine en Bolivia.

A.G. ¿En qué año y quienes fueron los que iniciaron esta labor?

J.R. Según referencias, ya por el año 1911 estuvo acá un italiano –cuyo nombre no me viene a la memoria– que se dedicó a hacer sus experiencias, claro que en una forma muy rudimentaria. Pero a quien yo considero realmente como el creador de la obra cinematográfica en Bolivia es Dn. Luis Castillo, quién vinculado a Bolivia Films trabajó, analizó y se capacitó sorprendentemente para esa época. Posnanski se sintió tentado por el cine y con Luis Castillo se dedicaron a la producción de pequeños filmes histórico-documentales de Bolivia y sus costumbrismos; esta producción estaba más bien orientada hacia Europa. Ellos dieron un gran empuje a la incipiente producción, ya que entre sus obras figura una pequeña muestra que hasta ofrecía efectos especiales y giraba sobre un pequeño guion que trataba de la destrucción de Tiahuanacu por un terremoto. El titulo era El Ocaso de una Civilización. También ellos crearon el primer laboratorio de cine que estaba situado en la que era la casa del Dr. Ibáñez Benavente en la Av. 16 de Julio.

A.G. ¿Recuerda algunos títulos de lo que considera las primeras películas nacionales?

J.R. Hacia la Gloria era un film producido por un grupo de aficionados entre los que figuraban nombres como Manuel Sagárnaga, Enrique Borda, Jiménez y otros.

Otra película de esta época y considerada generalmente como la primera producida por el cine nacional es Wara Wara. Ella se debe al esfuerzo de otro grupo de realizadores importantes para su tiempo, entre ellos Velasco Maidana, célebre compositor musical y hombre múltiple en el campo artístico, y Emmo Reyes, connotado actor de teatro. Wara Wara fue presentada alrededor del año 1930, su tema es incaico. En ella se pueden admirar ya recursos técnicos y creaciones de grandes escenarios. Prácticamente se montó un set para su filmación en las instalaciones de la antigua Aduana ubicada en la Plaza Antofagasta. Existe una copia en poder de un Sr. Meneses.

A.G. ¿Quiere decir que de las otras producciones no queda nada?

J.R. Creo que no, si hay algo son pedazos incompletos. Hoy todo esto se reviste de un valor incalculable como documentación histórica para una cinemateca nacional. Pero antes no se le atribuía valor alguno. Casi todo ha desaparecido.

A.G. ¿Cuándo empezó su labor cinematográfica?

J.R. Del 30 al 32, con el advenimiento del sonoro, las experiencias y logros del cine en Bolivia sucumbieron; los nuevos equipos eran muy costosos, la sincronización era un campo vedado a los ensayos en el país. Nadie pudo hacer cine hasta 1948, cuando Augusto Roca, colaborado y apoyado por Keneth Wasson –quien tenía a su cargo Bolivia Films, encargada de la distribución de material para 16mm–, volvió a poner en marcha la actividad cinematográfica. Se hicieron documentales paisajistas y de folklore, en una tentativa de crear una fuente de ingreso con la difusión de este material en el extranjero. Corresponde a esta época la producción de una película, de 15 minutos de duración, que titula Virgen India. Es la historia de la Virgen de Copacabana.

Entraron en la iniciativa cinematográfica don Eduardo Caba, quien hizo los primeros arreglos musicales para cine nacional; Fernando Montes, pintor de gran situación en Londres; Pepe Arellano, actor de teatro y hoy responsable de cine y televisión en Venezuela; Gonzalo Sánchez de Lozada, Raúl Salmón… En estos años también yo fui conquistado por el cine. Recuerdo que formamos un grupo denominado Telecine con Sánchez de Lozada, Alberto Perrin Pando, Hugo Roncal (al que considero un hombre lleno de condiciones, no solo como actor sino como realizador). También integraba este grupo Oscar Soria Gamarra.

A.G. ¿Cuál era el título y año de la producción?

J.R. El título era Los que nunca fueron, el año 1954.

A.G. ¿Qué ideología inspiraba las primeras obras del cine nacional?

J.R. No creo que había una ideología, hemos visto que más bien eran experimentos que sobre la marcha fueron revelándose en diferentes géneros: Ocaso de una Civilización, documental histórico; Hacia la Gloria, drama social; Virgen India, religioso; y Los que nunca fueron, concientización social.

A.G. ¿Cuándo se creó el Instituto Cinematográfico Boliviano?

J.R. En 1952 Víctor Paz Estenssoro fundó el ICB bajo la dirección de Waldo Cerruto. Colaboraban con él Nicolás Smolig, Gustavo Medinacelli y otros. Su producción estaba orientada casi totalmente a los noticieros políticos; aunque hubo algunos ensayos sobre otros campos, como uno sobre Pérez de Holguín, pero que no tuvo mayor repercusión.

Nos entregaron a Albarracín y a mí las instalaciones y lo que había sido el ICB, pero sin ítem, sin aporte alguno. A esta época corresponde la producción de un largometraje difundido por todo el mundo y que es uno de los más renombrados entre la producción nacional, La vertiente.

A.G. ¿Cuáles son a su juicio las más importantes realizaciones de ICB?

J.R. Entre las actividades más importantes que yo recuerdo está un intento de Escuela de Cine que Jorge Sanjinés trató de sostener por un tiempo, pero sensiblemente no resultó. Luego una producción para YPFB titulada Los primeros, que obtuvo un segundo premio en la muestra cinematográfica de España (Bilbao).

A.G. ¿Nuestra producción logra un lugar destacado en las muestras internacionales?

J.R. Sería mucho más; tenemos elementos, pero hay tantos festivales… y cuesta tanto hacerse presente. Cada copia de película para llevar es carísima. Si se pudiera conseguir un aporte para favorecer la presencia del cine nacional a estos eventos sería mayor el prestigio del país en este rubro.      

Pro-Inca

A.G. ¿Qué títulos podrían ser representativos de la producción de Pro-Inca?

J.R. Mina Alaska, Volver y una colaboración que se prestó a Jorge Mistral.

A.G. ¿Qué tienen en vista ahora?

J.R. Estamos comprometidos con varios cortometrajes en realización y algunos largometrajes en mente. La más probable es una denuncia de la explotación económica en el campo de la goma.

A.G. ¿El título?

J.R. Aún no sé: Siringa o Cachuela Sangrienta.

A.G. Actualmente, ¿qué realizadores nacionales juzga Ud. son los más importantes?

J.R. Creo que solo somos dos: Pro-Inca y Ukamau.

A.G. ¿Existe legislación de cine en Bolivia?

J.R. No, no hay nada. Este año por “enésima” vez estamos presentando un proyecto, pero con poco optimismo. ¿Qué pedimos? Una rebaja de impuestos para materia prima, repuestos, etc. Facilidades aduaneras. De ninguna manera queremos subvención, esto comprometería la libertad de expresión.

Para nadie ha pasado desapercibido el hecho tan destacado para los bolivianos de que, en los concursos y muestras internacionales de arte, el país ha ocupado siempre puestos distinguidos.

Toda la desventaja y decepción que nos dan las competencias deportivas, se puede decir que quedan eclipsadas, o por lo menos deberían pasar a segundo plano y llenarnos de satisfacción y orgullo los lauros conquistados por los artistas e intelectuales bolivianos en el categorizado plano del quehacer artístico. Tanto en música como en artes plásticas, los nombres de nuestros valores nacionales han conquistado respeto y renombre en ámbitos internacionales, tal vez sin la debida repercusión entre nosotros, cabalmente por la modestia y llaneza con que trabajan aquí codo a codo con todos, construyendo el andamiaje cultural de nuestro mundo artístico y comprometiendo esfuerzos y venciendo dificultades inapreciables.

Pero es, quizás, en el campo de la producción cinematográfica donde Bolivia cuenta con mayores y más renombrados triunfos. En las principales publicaciones de comentarios y críticas cinematográficas del nuevo y viejo continente, en la opinión de críticos de línea cristiana o completamente agnóstica, el nombre de Bolivia se destaca como productor de un cine nuevo, comprometido, auténtico y rico en facetas autóctonas, espirituales y telúricas. ¿Nos hemos preguntado alguna vez en que se fundamenta esta importancia del cine boliviano? ¿Qué es lo que ha movido a los jurados de festivales de gran responsabilidad, como los de Berlín, Valladolid, Venecia, etc., al otorgarle importantes trofeos y ser considerado en primer plano?

Tres son a mi juicio las razones fundamentales. En primer lugar, la riqueza espiritual del elemento humano; tanto realizadores como intérpretes revelan una sensibilidad innata; la pureza de sentimientos y su apasionada ingenuidad por lo justo, lo cierto, lo trascendente hace del boliviano un ser dispuesto a la heroicidad o al ensueño y, por ende, a la creatividad artística. Telúricamente, el boliviano está acondicionado para ser el juglar que cante las angustias de la raza humana. En nuestro drama nacional, no hace falta el panorama de post guerra para inspirar un neo-realismo que testifique los dolores del Hombre Universal, basta mirar alrededor y ahí está la diversidad de ejemplares humanos, y situaciones problemáticas y complejas.

En segundo lugar, ya hemos dejado sentado que buen cine es sinónimo de comunicación, y Bolivia como país, como conglomerado humano, tiene tanto por decir, tanto por mostrar, tanto por revelar, que ahí está su secreto para impactar al mundo en este momento en que las posibilidades de los países jóvenes son el norte y la esperanza de un futuro mejor para este planeta.

Y, por último: Bolivia ofrece particularidades muy propias en sus tradiciones, costumbres, riquezas folklóricas y peculiaridades de su organización social. Todo esto, junto a la variedad del paisaje, constituye una fuente inagotable para la escenografía, que es uno de los elementos importantes en el lenguaje cinematográfico.

Es por todo esto que Bolivia cuenta con una veta de posibilidades insospechadas en el campo de la actividad cinematográfica, ya sea como medio de concientización patria o como incremento de turismo y atractivo comercial hacia el país.

Por lo tanto, sería de mucho beneficio para todos interesarnos más por favorecer, facilitar e incrementar la obra la obra cinematográfica nacional. Descubrimos un cine integrado de nuestra personalidad, no solo el cine-espectáculo agradable y adormecedor de nuestras conciencias. Veamos lo malo, lo triste, lo bueno y aportemos a la construcción de nuestra patria.

Ukamau

El cine en Bolivia es hoy una realidad y un motivo de satisfacción nacional gracias a la actividad y renombre internacional que empezó conquistando el primer largometraje realizado por un grupo de cineastas nacionales, entre ellos Oscar Soria. Después se unió a ellos Antonio Eguino, el popular director de Pueblo Chico. Para tener panorama más completo de su obra logramos una entrevista con ellos.

A.G. Oscar, ¿qué es Ukamau y cómo nació?

O.S. Ukamau es un grupo cinematográfico. Lo fundamos en 1960 con Jorge Sanjinés. Poco después se nos unió Ricardo Rada y luego Antonio Eguino.

Comenzamos con Jorge exhibiendo películas y dando conferencias sobre cine en sedes de organizaciones obreras y fundando un cine club. El Grupo organizó la primera y hasta hoy la única Escuela Fílmica que hubo en el país. Y un día de 1961 comenzamos a filmar (con una cámara prestada) nuestra primera película… Estos, diría yo, son los datos formales de nuestro Grupo.

En el rastreo de realidades más profundas, creo que Ukamau nació así: filmábamos una película sobre desarrollo y deseábamos mostrar un país lleno de posibilidades y progresando, cuando descubrimos –a pocos pasos de nuestra cámara– un mendigo muerto al que velaban 5 o 6 compañeros. Y lo velaban, creo, porque así lloraban los dolores de su amigo, que eran los de ellos mismos, o sea que era como velarse a sí mismos; y también porque les daba ocasión de beber y emborracharse… Horas después, encontramos dos niñitas, arrodilladas junto a un portón cerrado, amontonando sobre un papel algo que parecía haber en el suelo. Nos acercamos y vimos, en el suelo, una tenue capa de harina derramada (seguramente al descargarse los sacos) y eso era lo que las chiquitas recogían…

Ese día pensamos en nuestro pueblo, sus miserias y su hambre, y en que nuestro cine debía tratar de ellas y sus causas y enfrentar la realidad del país. O sea, ese día Ukamau empezó a ser pensamiento.

A.G. ¿Qué persigue con su obra cinematográfica?

O.S. Los fines de nuestras películas son los mismos que los del Nuevo Cine Latinoamericano al que pertenecemos: la defensa de nuestros valores propios, la búsqueda de nuestro ser nacional, el esclarecimiento de nuestros problemas y el análisis de sus causas. Estamos, al igual que muchos artistas e intelectuales de hoy en cada uno de los países subdesarrollados, con una honda preocupación por la realidad y por nuestros problemas. Como cineastas, nos interesa decir la verdad y defender nuestra cultura.

A.G. ¿Cuál fue su actividad y cuáles sus primeras experiencias?

O.S. Ingresé al cine en 1954 y las principales películas en las que participé como guionista fueron las siguientes:

Voces de la Tierra, documental, 1956. Dos premios: Festivales de Edimburgo y Montevideo.

La Vertiente, largometraje, 1958. Primer largometraje sonoro en el país.

Revolución, documental, 1963. Tres premios: Festivales de Leipzig, Viña del Mar y Mérida.

Aysa, cortometraje argumentado, 1965. Primera película argumentada sobre tema minero.

Ukamau, primer largometraje en aymara, 1966. Tres premios: grandes Directores Jóvenes, Festival de Cannes; Festival de Locarno; y seleccionada en la Semana de la Crítica, Festival de Cannes.

Yawar Mallku, primer largometraje en quechua, 1969. Tres premios: Timón de Oro en Festival de Venecia; Premio Georges Sadoul de la Crítica Francesa, al mejor filme extranjero; y premio Espiga de Oro, Festival de Valladolid.

Pueblo Chico, largometraje en color, 1974. Premio Kantuta de Plata, La Paz, 1974. Seleccionada para competir en el Festival O.C.I.C. (Oficina Católica Internacional de Cine) en 1974 y 1975.

También participé en El Coraje del Pueblo, producción de la TV Italiana (1971), dirigida por Jorge Sanjinés, Premio O.C.I.C. en Festival de Berlín, 1972.

A.G. ¿Cuál es su juicio el realizador boliviano más importante?

O.S. Yo creo que un realizador cinematográfico es importante en razón de la obra que realiza referida a un tiempo y a un lugar o pueblo, a cuyas circunstancias adecúa o sirve su obra. En este sentido, respondo: el realizador boliviano más importante y con obras producidas en el país, en las décadas 1960-1970, es Jorge Sanjinés. En la actualidad, él continúa siendo uno de los más importantes realizadores latinoamericanos.

El realizador más importante y con obras producidas en el país, en este momento, es Antonio Eguino.

A.G. ¿Está Jorge Sanjinés definitivamente desvinculado de Ukamau?

O.S. El hecho de que Jorge Sanjinés esté lejos del país no significa que este desvinculado o sea ajeno al Grupo Ukamau. Hemos trabajado juntos por muchos años y hemos pasado juntos dificultades y tropiezos. Nuestras obras son paralelas y afines.

A.G. Antonio, ¿podrías hablarnos de tu carrera y tu iniciación en la labor cinematográfica?

A.E. Al llegar de nuevo al país después de algunos años fuera, fue instantánea mi aceptación por el Grupo Ukamau que ya había sido formado por Sanjinés. Era para mí una brillante oportunidad para conocer y comprender la labor cinematográfica, además de los estudios que realicé en la Universidad de la ciudad de Nueva York en la carrera de cinematografía, incluyendo todo lo necesario para técnica y realización. Podemos decir que yo me inicié haciendo labor de corresponsal para agencias noticiosas como Bisnews y RI TV italiana, aproximadamente en 1966. Luego, en 1967 empezamos los preparativos para un largometraje que vino a llamarse Yawar Mallku. Filmamos en 1968 y estrenamos en 1969. Posteriormente, participé con Sanjinés en la realización de El coraje del pueblo y otro largometraje que nunca se llegó a terminar por razones básicamente técnicas y porque la copia se echó a perder en un laboratorio de Alemania. Además, hice varios cortos, algunos de temática nacional, social y otros a contrato.

A.G. En un panorama del cine boliviano ¿cuál es a su juicio la película mejor lograda?

A.E. Es difícil decir cuál es la mejor película boliviana en alguna fase de la realización cinematográfica. Puedo más bien enumerar algunos de los logros de las películas bolivianas. Pienso que la labor cinematográfica de nuestro país está llena de dificultades, por lo tanto, esas dificultades se reflejan en las películas y a veces estas no son lo que el realizador intenta que sean.

De la primera película de Jorge Sanjinés, Ukamau, puedo decir que me gusta mucho la labor que ha realizado en sentido de darle una visión y un panorama muy claro sobre la vida del indígena y su problemática con el mestizo. En esta película hay una búsqueda de valores cinematográficos, se ve un reflejo de determinadas influencias del cine europeo. Es una película sincera, muy bien filmada y además es una película sincera, muy bien filmada y además es una película que nos compenetra por una problemática nunca antes tocada por el cine nacional. Yawar Mallku es una película de denuncia, además como cine busca un lenguaje más ágil, digamos, más audaz, y trata la problemática desde otro punto de vista. No es explicativa como Ukamau, más bien es una película que trata de mostrar un punto de vista sobre una situación a un nivel políticamente más dinámico. Sobre El coraje del pueblo podemos decir que se experimenta en el sentido de hacer un cine de tipo ficción basado en documentos y usando los mismos protagonistas de algunos hechos. Una película controversial, evidentemente de denuncia y de un análisis político. De otras películas como Mina Alaska puedo decir que tiene un valor cinematográfico documental muy interesante, se ve documentalmente el país, sus regiones y su gente, y pienso que el valor de esa película es básicamente la filmación de su primera etapa. Hablando de mi propia película, Pueblo Chico, pienso que ha explorado un área de la temática boliviana, más bien desde otro punto de vista y trata de despertar la conciencia del joven boliviano sobre la realidad de su país. Podemos decir que lo llama a pensar sobre lo que es su propia patria, su propia gente, y lo somete a un análisis de esta realidad.

A.G. ¿Cómo concibe Ud. el cine en el desarrollo nacional?

A.E. Pienso que la labor cinematográfica, en todos los países, importa no tanto en el desarrollo nacional, sino en el campo de la cultura. La labor cinematográfica abre los caminos para que tanto boliviano como extranjeros puedan ver este país, puedan conocerlo mejor, conocer su cultura, su gente, ver de cerca sus problemas y, ante todo, para los bolivianos conocerse a sí mismos.

Dentro del desarrollo nacional, pienso que la cinematografía, aunque es una labor incipiente en nuestro país, puede abrir posibilidades de trabajo, puede incentivar a jóvenes que se dediquen a esta actividad y, en el futuro, puede tal vez convertirse en una industria que sirva, no solamente al cine de largometraje, son al cine documental educativo, social, informativo. Podemos tomar como ejemplo la utilización del cine en otros países, donde ha habido un gran incentivo de parte del Estado para que cineastas, de ese o de otros países, utilicen el cine documental para explorar el país, para hacer conocer a la gente, para combatir enfermedades… En fin, el cine, en ese sentido, es un medio de comunicación masivo sumamente importante y es el vínculo más próximo que podemos tener entre el campo y la ciudad, y los habitantes de una región y otra. La sabia utilización del cine como medio de comunicación, realmente, puede abrir el camino al desarrollo de nuestra patria.

A.G. ¿Cuáles son sus afanes e inquietudes como cineasta?

A.E. Estar en esta actividad, ser cineasta, quiere decir hacer cine en el país, implica una serie de problemas y responsabilidades. Problemas en el sentido de que es sumamente difícil ganarse la vida como cineasta, y responsabilidades porque todo lo que uno hace es un documento y es, además, juzgado por el público. Oscar Soria y yo, integrantes actuales del Grupo Ukamau en Bolivia, continuamos nuestra labor de búsqueda de nuevas temáticas. En este momento estamos preparando un nuevo largometraje que vamos a filmarlo en esta ciudad. Será una película de cuatro historias, con cuatro protagonistas y en cuatro regiones geográficas de la ciudad de La Paz. Queremos en esta selección y en la elaboración de los personajes rendir un homenaje a nuestra ciudad, a nuestra gente para hacer resaltar los caracteres y los valores del paceño como boliviano y también mostrar sus problemas, su drama. Serán cuatro historias de estos personajes que viven en cuatro mundos diferentes, con cuatro inquietudes diferentes y con cuatro valores diferentes. Espero que pronto podamos iniciar la etapa de filmación.

A.G. ¿Cuáles son los éxitos y dificultades de hacer cine en Bolivia?

A.E. El hacer cine en Bolivia es una labor que brinda muchas satisfacciones y también sinsabores. Hablando desde el punto de vista estrictamente comercial, el trabajo del cineasta boliviano es sumamente difícil. Primero porque no tenemos una legislación que proteja esta actividad. En nuestro medio, los pocos cineastas que trabajamos venimos pidiendo una ley que ampare al cine desde hace mucho tiempo. Podemos decir que se trata de lo siguiente: todo lo que utilizamos tiene que ser importado (las películas, cintas, equipo, repuestos). Hasta la fecha se paga impuestos como si fueran artículos de lujo. No pedimos que se exonere ni libere de impuestos totalmente, pero que se rebaje a un mínimo, de esa manera se importaría más equipo, más película, porque estaría a nuestro alcance. En segundo lugar: abrir fuentes crediticias; que el cine sea considerado como una posible inversión y no como un riesgo absoluto. Tercero: que se exonere de impuestos de exhibición a las películas nacionales. Si bien el Estado percibe buenas sumas por concepto de impuestos de las películas, al no percibirlos ayudaría enormemente a la producción nacional.

Nuestro país es riquísimo en temática, con gente magnífica. Nosotros tenemos, seguramente, la posibilidad de hacer miles de películas porque el país en sí se presta por su geografía, por sus diferentes costumbres, su cultura historia, su temática. Es de esperar que lo que nosotros hacemos sea mejor comprendido, no solo por las autoridades sino por determinados sectores del público, los distribuidores, y que se tenga una actitud diferente hacia el cine nacional. Solamente así lograremos tener un cine estable que siga produciendo. De otra manera, vamos a tener grandes lagunas de producción cinematográfica porque, difícilmente, jóvenes talentosos van a escoger esta labor si no hay posibilidades de trabajo.

Antonio Eguino y Oscar Soria partieron a Moscú especialmente invitados a un festival en el cual presentarán Pueblo Chico, película que al volver será exhibida como candidata al Gran Premio OCIC, admitida por sus valores formales y de temática.

Labor cultural

Hacia el año 1960 vino a Bolivia un hombre que marco rumbos en la actividad cultural cinematográfica, el Padre Eduardo de San José, carmelita, español, hombre inteligente, comprometido con toda acción que se vincula a la promoción humana encuadrada en un cristianismo vigente y dinámico. Fue él quien, a través del Secretariado Nacional de Moralidad Cristiana, dio paso a la organización del Centro de Orientación Cinematográfica. Sus Estatutos están fechados en junio de 1962 y entre los puntos principales se encuentran:

El Centro de Orientación Cinematográfica constituye un Secretariado Nacional de Acción Católica dependiendo de la Junta Nacional y aprobado por la Comisión Episcopal Boliviana, con autoridad sobre toda la República.

Este Centro de Orientación Cinematográfica tiene por fines los siguientes: a) orientar el conocimiento y criterios del espectador; b) contribuir a la obra de difusión del buen cine; c) formar y educar el criterio público en general y especialmente de las mentes juveniles en la apreciación del cine; d) fomentar por medio del cine clubs la inquietud moral y cultural en el arte y técnica de la cinematografía.

OCIC

Desde que el cinematógrafo se hizo evidente como uno de los instrumentos más eficaces que el mundo ha conocido para la expresión artística y la difusión de ideas, se hizo igualmente evidente la necesidad de la presencia cristiana dentro de esa nueva realidad histórica. No una presencia limitante y obstructiva, sino de un carácter esencialmente positivo, una actitud de aliento y estimulo; de orientación y búsqueda de un ideal cinematográfico al servicio de los más altos valores del hombre.

Tales fueron los ideales que, en la segunda mitad de nuestro siglo, habrían de culminar en la creación de la Organización Católica Internacional de Cine OCIC.

Como lo expresan sus estatutos, es el objeto de esta organización internacional: “… estudiar, desde el punto de vista del pensamiento cristiano, el desarrollo del arte cinematográfico bajo todos sus aspectos, especialmente como modo de expresión del pensamiento humano, así como sus repercusiones sobre el individuo y la sociedad…” “…Favorecer de toda manera y especialmente por publicaciones, jornadas de estudio y congresos internacionales el desenvolvimiento de la cultura cinematográfica y la utilización de films con fines educativos…”

La OCIC desde 1947, casi 20 años después de su fundación, otorga en los principales Festivales Cinematográficos premios a las películas que por su inspiración y cualidades contribuyan al Progreso Espiritual y al desarrollo de los Valores Humanos. A diferencia del Premio Oficial que se otorga al mejor filme del Festival, en el cual se considera la Técnica de la Película, la OCIC crea una corriente que anime la realización de filmes que eduquen y formen al espectador. Entre todas las películas premiadas por la OCIC en los Festivales, y las que son propuestas por las Oficinas Nacionales de Cine de los diferentes países, se selecciona una cada año, a la que se concede el Gran Premio OCIC.

Esta organización internacional con sede en Bruselas cuenta actualmente con más de 46 países afiliados. A través de estas filiales, denominadas ON (Oficinas Nacionales), la Iglesia puede ocupar un puesto eminente en la instauración de este mundo nuevo de hoy que encuentra en gestación.

La ON de Bolivia depende directamente de la Secretaria para América Latina (SAL), con sede en Lima, Perú. La ON boliviana, que funciona bajo el nombre de Centro de Orientación Cinematográfica, entró en una crisis de colaboradores por el año 1964, pues muchos de los fundadores tuvieron que retirarse por varios motivos. Hubo que reorganizar toda la directiva y buscar un nuevo asesor. La elección de este recayó en la persona del P. Renzo Cotta SDB, sacerdote italiano, hasta entonces poco conocido en nuestro medio socio-cultural, donde hoy tiene conquistado un preminente lugar.

En abril de 1968, se inauguró el Cine Teatro 16 de Julio, fundación de los PP. Salesianos. La marcha de la institución está a cargo de Amalia de Gallardo como Presidente, P. Renzo Cotta como Asesor y Luis Espinal como Director del Cine Club Luminaria.

Departamento de Cine Clubs

Además de apoyar, sostener y animar estos, ha desarrollado una labor intensa en lo que a educación para el cine se refiere. A partir de 1966 viene dictando cursillos a diferentes niveles. Hasta la fecha son 15, tanto en La Paz, como en Oruro, Potosí, Sucre, Santa Cruz. En La Universidad de San Andrés, en la Universidad Católica, en la de San Francisco Xavier. Se ha hecho cursos para educadores, padres de familia, animadores de debates y alumnos de colegios secundarios.

En esta actividad cultural de cine, Bolivia ha tenido también la oportunidad de hacerse presente en importantes congresos y seminarios organizados por la OCIC y el SAL, en diferentes lugares.

En tres oportunidades nos visitó la Srta. América Penichet, Secretaria del SAL-OCIC con sede en Lima.  Su presencia constituyó un hecho de trascendencia, no solo por la importancia de su cargo sino por el aporte que significa su labor en este plano. También estuvo entre nosotros Mons. Luciano Metzinger, Obispo Delegado por CELAM para los MCS en Latinoamérica.

Otras actividades

El 16 de mayo de 1963, el Colegio La Salle inauguró su nuevo equipo proyector de cine.

Esta fue la brillante oportunidad aprovechada por el Centro de Orientación para iniciar su principal objetivo: dar paso a la formación de un cine club que fuera el medio más efectivo para difundir los elementales conocimientos sobre cine.

El 29 de mayo de 1963, en el Salón de Actos de Colegio La Salle inauguró sus actividades el Primer cine club boliviano. Tomó el nombre simbólico de Luminaria, ya que su aspiración era servir de ilustración del cine como fuente de cultura.

Las sesiones de Cine Club Luminaria se iniciaron con la presentación de una película latinoamericana titulada Ánimas Trujano, del director Ismael Rodríguez, con el intérprete Toshito Mifune. Se hallaban presentes Mons. Abel Antezana y Mons. Armando Gutiérrez Granier, Arzobispo y Obispo Auxiliar de La Paz, respetivamente.

Cine Club Luminaria mantiene su actividad y cuenta en sus difíciles doce años de vida con ciclos muy importantes en su programación. Se trató: la juventud y el cine; la vida conyugal a través del cine; obras clásicas de la literatura llevadas al cine; y otros ciclos de directores y corrientes de la obra cinematográfica mundial.

Por varios años el Cine Club Luminaria funcionó en el Colegio La Salle, actualmente lo hace en el Cine 16 de Julio, tratando en lo posible de mantener la regularidad de su programación los miércoles en función de tanda.

El libro de inscripción de socios muestra el número considerable de gente que se ha preocupado y beneficiado con esta labor. Hasta la fecha figuran en nuestros registros más de ochocientas personas.

Cine Club Juvenil

Es otra iniciativa exitosa organizada por un grupo de jóvenes que, sábado a sábado en horario matinal se reúnen para ver una película y luego debatirla separándose en pequeños grupos, lo cual facilita enormemente el diálogo. El Cine Club Juvenil está asesorado por el P. Renzo Cotta y se compone de un grupo de doce o quince jóvenes que son los líderes y se preparan con mayor seriedad con charlas, exhibición previa del filme para preparar el debate, etc. Ellos son los que orientan los debates de los sábados, a los que asisten entre 150 a 350 jóvenes de acuerdo al interés que despierta la programación. El Cine Club Juvenil funciona siempre organizando ciclos de estudio de tema u obra de director.

Cine Club Universitario

Esta iniciativa nació gracias a la inquietud del Dr. Alcides Parejas, Director del Departamento Cultural de la UMSA, quien, buscando la colaboración del Cine 16 de Julio y disponiendo de los archivos y personal del COC, organizó un Cine Club que está al servicio del acercamiento de los universitarios al cine serio y artístico. Lo dirigen los mismos universitarios. Este año la responsabilidad está compartida por Carlos Mesa Gisbert y Ronnie Antelo.

Cine Estudio en la Universidad Católica

Nació como una brillante iniciativa de Carlos Rosso, Director del Departamento Cultural de dicha universidad. El primer paso del Cine Estudio fue organizar un Curso de Extensión Cultural sobre Cultura Cinematográfica; lo dictaron Luis Espinal y Amalia de Gallardo. El nivel de los alumnos asistentes era de lo mejor, de allí salieron elementos que estamos seguros han de ser los que se comprometan en obras de envergadura en el desarrollo del cine. Entre ellos estaban Mesa y Antelo, cuya obra ya es bien difundida.

Actualmente se mantiene una programación regular con cursos en los que colabora como profesor Antonio Eguino, director y realizador nacional.

Las actividades culturales en materia de cine no solo se limitan a La Paz. Existen varias iniciativas exitosas en las diferentes ciudades del país. 

Cine Club Sucre

Que funciona auspiciado por el Colegio de los P.P. Jesuitas. Este Cine Club que atrae gran número de adeptos y es fuente de crítica y orientación, a través de la Radio Loyola, es inteligentemente llevado por el P. José Cabanach. Mantiene una regularidad en su programación y selección de películas, gracias a la diligencia y preocupación de Cabanach, que anualmente hace su rol de exhibiciones. Esta obra es considerada como otra filial de la ON de Bolivia.

Cochabamba

Aunque con menos regularidad, en Cochabamba se mantiene una permanente inquietud sobre la materia, gracias a la actividad cultural del Palacio de Portales, donde Espinal ha dictado más de un cursillo. Así mismo, hay otros grupos de educadores que están trabajando por organizar algo a nivel de juventudes.

Potosí

Se ha despertado desde hace tiempo un gran interés por cursillos y debates, tratando de organizar un cine club. Hasta ahora se han llevado a efecto tres cursillos auspiciados por la Asociación Cristiana Femenina y la Universidad; por los miembros calificadores de la Municipalidad; y el último auspiciado por la Junta Diocesana y Comibol.

Oruro

Es un medio entusiasta y lleno de interés. Se desarrolla una labor muy interesante, ya que conjunciona el esfuerzo de instituciones de muy diferente lineamiento, como ser: la Junta Diocesana, la gerencia del cine Rex, la Alianza Francesa y la Universidad. Los tres o cuatro cursillos dictados en Oruro han servido no solo al público sino a los conferencistas, como un medio de excelentes experiencias.

Santa Cruz

Cuenta también con un grupo activo de jóvenes que, secundados por los directivos de la Casa de la Cultura, mantienen una labor muy digna de destacarse. El equipo de La Paz ha ido dos veces a dictar interesantes cursillos y, en otras oportunidades, los interesados se han hecho presentes en los diferentes cursillos en La Paz.

Colquiri

A raíz de un cursillo para educadores que se dictó en el Colegio Don Bosco en La Paz, se interesaron dos maestros de los colegios mineros y, con esta experiencia, organizaron un movimiento tendiente a iniciar la educación cinematográfica en ese centro. Lamentablemente, al ser trasladado de destino el profesor Félix Limache, su obra no fructificó. Pero, por esta inusitada experiencia, se puede ver la importancia que tendría desarrollar una labor más comprometida en lo que a educación cinematográfica se refiere.


Uno de los intereses mayores que ahora tiene en vista la ON es lograr que se considere la materia de cinematografía como una más en los programas oficiales de enseñanza. Conjuncionando esfuerzo se podría preparar educadores y hacer que gente especializada, del exterior, visite el país para completar la preparación de los maestros. El COC mantiene amplia información y correspondencia al respecto; los escollos son siempre los mismos en el desentendimiento de parte de las autoridades y la limitación de medios.

La crítica

Se cree que una película vale solamente por sí misma, se ignora que toda película va dirigida a determinado núcleo de espectadores y que estos la admiran, la gustan o la rechazan. Un productor hace su película y, según cree, esta gustará al mayor número posible de espectadores. Pero sucede que cada hombre ve su película porque tiene educación y ambiente diferente. Por eso se afirma que cada espectador ve su propia película.

De tantos millones de personas que utilizan el cine, ¿cuántos hay que se den cuenta de la significación y de la importancia del espectáculo cinematográfico? El ejercicio de una crítica libre e independiente, realizada por especialistas instruidos a través de una constante preparación cinematográfica, constituye sin duda alguna, el mejor medio para mejorar no solo la disposición del espectador, sino también la calidad del cine. Es indudable la responsabilidad que adquieren los propios espectadores, de exigir un cine que enaltezca los valores positivos, en provecho de ellos mismos y de la sociedad en general.

La crítica es una función social necesaria, un acto de inteligencia, un ejercicio de la libertad. Frecuentemente se piensa en la condición negativa de la crítica, olvidando o ignorando que la crítica no es atacar, sino enjuiciar, esto es ponderar, analizar y examinar. La crítica tiene siempre una misión positiva, creadora. El crítico no actúa porque así le gusta, sino refiriéndose a ciertas bases de conocimiento cultural y estético. Al examinar el valor artístico y ayudar a comprender el tema, la crítica cumple su doble funcionalidad: informar y orientar.

Claro que, en la labor de crítica, como en todas las acciones humanas, se encuentra que de la teoría a la realidad hay muchos defectos que superar. Si esta labor tan ponderada está realizada por un elemento que carece de la seriedad, la cultura y la ecuanimidad de juicio para analizar imparcialmente, la crítica, en lugar de orientar, resultará desorientadora. Por otra parte, no solo hace falta ser periodista para ser crítico de cine, hay que amar la obra, entenderla y sentir con ella y su forma de expresarse, de otro modo se escribirá un lindo artículo, pero no será una crítica aleccionadora para el espectador.

Aún figuran en nuestros archivos las primeras publicaciones de prensa en las que se escribía artículos que son ejemplo de estilo y contenido. Martín de Quiñones abrió el sendero hacia una categorización del cine como medio de expresión a través de la crítica de prensa, porque si hay algo que llega más directamente al espectador es esta. Millones de personas la leen, les llega más regularmente sin necesidad de asistir a cine clubs o atender cursillos, el espectador común encuentra la básica orientación para ir formando sus juicios. Adviértase por esto la necesidad de ir formando y promocionando la labor de críticos preparados y sumergidos en la problemática nacional y su idiosincrasia.

Antes de 1962, Eduardo Valdivia ya publicaba sus comentarios cinematográficos.

Festival Cinematográfico      

El único Festival boliviano es el auspiciado por el Centro de Orientación. Esta entidad ha creado un trofeo denominado Llama de Plata para premiar a la mejor película extranjera exhibida en Bolivia en el año. Así mismo, se ha instituido un trofeo para premiar a la producción nacional de largo metraje, que reúna las condiciones que la OCIC exige para sus premios; es decir que, junto a la calidad artística, estos filmes deben claramente contribuir al desarrollo espiritual y al entendimiento humano. El Festival Llama de Plata constituye un acontecimiento de importancia para nuestro público porque se siente participe de su desarrollo y, de alguna manera, sus aplausos colaboran con la determinación del Jurado Calificador.

Conclusión

No nos queda sino agradecer al Departamento Cultural de El Diario, por la magnífica oportunidad que ha brindado para informar al público boliviano sobre la vasta actividad cultural y educativa que se realiza en el país en este campo, tal vez ignorado por muchos.

Lamentablemente, los más llamados a colaborar en la difusión de ardua lucha que en más de doce años de vida viene sosteniendo el Centro de Orientación Cinematográfica –que ha sido semilla y punta del desarrollo en este campo– no lo han entendido así. Romper la resistencia que ofrecen los otros medios de comunicación social es ya una batalla perdida. Por lo tanto, debo destacar especialmente nuestro reconocimiento al prestigioso decano de la prensa nacional que ha distinguido a esta Oficina Nacional, en mi persona, para que sea quien lleve a conocimiento del público esta interesante labor, que estamos seguro ha de despertar interés y ha de servir de ilustración sobre una más de las variadas actividades culturales que se desarrollan en el país.


Artículo publicado en el periódico El Diario, el 6 de agosto de 1975. Documento consultado en la Hemeroteca de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Transcripción realizada por Imagen Docs, para los Cuadernos de investigación del proyecto MUJERES/CINE: Bolivia 1960-2020.

Añadir comentario