Ensayo visual de Sara Venegas, sobre la Marcha y el plantón por el #8M 2021, Día Internacional de la Mujer en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Después de 12 meses tan jodidos, definitivamente este 8M se sintió diferente. El año pasado mi feminismo vestía de rabia, vociferaba fiereza. Este año el fuego estuvo presente, indudablemente; pero tenía una neblina gris colgada del cuello con mi pañoleta verde. Esta neblina trajo efectos varios: contemplación, cuestionamiento, tristeza inconmensurable, consternación y consciencia de la falta de lógica en la realidad que me rodea, de la falta de coherencia.

















Este año fuimos menos y se sintió. La pandemia, un miedo más a la mochila que nos cargamos todos los días. Me pregunté, mientras escuchaba a mis compañeras que nos instaban a guardar distancia social ¿Por qué la gente no se alarma con el machismo como con la pandemia? Obvio, el genocidio por goteo no se siente. El contador de muertos por covid no se reinicia, el de feminicidios vuelve a cero cada enero. ¿No es esa una evidencia objetiva e ineludible del valor que le otorga la sociedad (o la carencia de este) al asesinato de una mujer?
¿Por qué varias colectivas decidieron enfatizar el aspecto de mujer trabajadora del 8M? Es que la precarización del trabajo ha puesto a las mujeres, de nuevo, en una situación mucho mas vulnerable que el resto. ¿por qué le añadimos rosa a la bandera del feminismo? porque han ganado fuerza los colectivos “feministas” trans-excluyentes ¿qué feminismo es ese? ¿Qué feminismo es el mío? En la puerta de la catedral, escuché a una mujer trans sobreviviente de un ataque de odio. 8 puñaladas le dieron. ¿Por qué la escuché en el 8M y no cuando sucedió? ¿Por qué a las mujeres “las hallan muertas” y no se las mata? Este año una vez más empapelaron el suelo con manadas, pedófilos, acosadores, violadores y feminicidas ¿por qué siguen libres? ¿Por qué la sociedad nos mira a nosotras y no a ellos?
Este año, mis ojos repararon en otras cosas, vi cosas que no tuve valentía de fotografiar. Los nombres de las víctimas, las manos tensas de las compañeras que las hicieron presentes. Vi a compañeras llorar bajo su barbijo. Tuve que sentarme, la neblina estaba densa. ¿Yo podría superar la muerte de una amiga? ¿Mi familia estaría acá si un día no vuelvo? ¿Tendré que declarar o denunciar? ¿Mi feminismo es verdaderamente anticolonial si hablo spanglish? ¿Mi feminismo es anti gordo fóbico si a veces hago dieta? ¿Mi feminismo es especista si como carne? ¿Mi feminismo es cómodo si no siempre escracho? ¿Mi feminismo es feminismo si no hago nada más que venir y fotear los 8M? A veces escribo. ¿Soy feminista? ¿Merezco estar aquí con estas mujeres que son el feminismo boliviano? Lluvia.
Y con la lluvia, claridad; con la lluvia, fiesta feminista, alegre, poderosa y potente. Con la lluvia gritaron mis compañeras y no fue por miedo o rabia. Rieron. Y con esa lluvia se lavaron mis dudas, se desintegró el feministómetro. Con esa lluvia se fue la neblina. Qué año de mierda, pero qué linda la lucha y qué linda la lluvia.
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