El presente artículo es resultado de los procesos de trabajo de la investigación/acción MUJERES/CINE: Bolivia 1966-2020, proyecto desarrollado por Imagen Docs, el Centro Cultural de España en La Paz y el Festival de Cine Radical.
Acercarse al cine boliviano es acercarse a las películas del Grupo Ukamau y, por ende, toparse con la figura de Jorge Sanjinés. Si la aproximación se vuelve más detallista, por ejemplo, si uno presta atención a los créditos de la película, se encontrará indudablemente con el nombre de Beatriz Palacios o Beatriz Azurduy Palacios. Y es que para encontrar nombres femeninos en las películas nacionales hay que mirar el revés de la portada, mirar detrás de la claqueta, fijarse entre las rendijas.
Dentro del medio audiovisual, el nombre de Beatriz Palacios no es para nada desconocido. Su labor dentro de las producciones del Grupo Ukamau es valorada y reconocida, por colegas y amigos. El trabajo que tuvo como productora, guionista, co-directora, montajista y asistente es rastreable en diferentes libros y artículos. Si bien es cierto que algunos de ellos omiten datos, se los puede complementar con otros. No obstante, este abordaje a su labor puede corresponder a un par de gotas del vaso, ya que la magnitud de su desempeño no puede reducirse a la contabilización de cargos. En razón de esto, el objetivo de este artículo es intentar ir un poco más allá y profundizar la mirada a Beatriz a partir de dos fuentes: el libro de crónicas Los días rabiosos (2005) y el documental Beatriz junto al pueblo (2010).
Como antecedente, es necesario mencionar y agradecer el artículo de Isabel Seguí «Las mujeres del Grupo Ukamau: dentro y fuera de la pantalla», que nos permite vislumbrar puntos clave a tomar en cuenta en el trabajo de Beatriz dentro de las producciones y en la dinámica del grupo. La autora menciona, como algo crucial, la influencia que tuvo Beatriz en el quehacer del grupo y como su visión de percibir al cine como una arma de concienciación la llevó a realizar su tarea de “sistemática evaluación del impacto de las películas de Ukamau en las audiencias obreras y campesinas” (2019: 42), con el objetivo de comprobar su eficacia. Por otra parte, Seguí evidencia que Beatriz fue también capaz de concretar alianzas con diferentes movimientos sociales para garantizar la participación de estos en ciertas películas, como sucedió en Las banderas del amanecer (1983). Para terminar, la investigadora menciona también que, a partir de Palacios, se instaura una estructura vertical en la organización que se asemejaba más a una “cédula clandestina que a un grupo bohemio” (2019: 42). La pareja de Sanjinés era tan crucial en la producción del Grupo que su partida se sintió en todos los niveles. Como señala Seguí, “en su figura se habían centralizado los roles operativos del Proyecto Ukamau: era la última responsable de administración, comunicación, finanzas y contabilidad, recursos humanos, producción, además de ser imprescindible en investigación y consultora de los procesos creativos.” (2019: 46). Los planteamientos de Seguí se verán reforzados por lo que desarrollaremos a continuación.

Volviendo a los dos materiales mencionados, que nos permiten acércanos a Beatriz, estos generan las siguientes impresiones: el libro de su autoría, Los días rabiosos (editado y publicado después de su muerte), puede llegar a simular una charla con ella, gracias a los relatos que contiene. Beatriz junto al pueblo, la película documental dirigida por Sergio Estrada y producida por Alba Balderrama, por otra parte, nos permite una aproximación a través de testimonios de amigos y colegas cercanos.
Los días rabiosos contiene 18 crónicas y testimonios escritos por Beatriz. En el prólogo del libro, Sanjinés especifica que fueron realizados entre 1979 y 2003, y que la selección de los mismos estuvo en manos de ella (2005: 11). No es de extrañar este tipo de producción, teniendo en cuenta el trabajo de difusión y evaluación que realizaba Palacios. Acercarse y conversar con diferentes personajes, cotidianos y comunes, era algo que aparentemente disfrutaba mucho hacer. No obstante, Sanjinés menciona que existían otros textos que se perdieron en un allanamiento policial a cargo del Ministerio del Interior (2005: 13).
Beatriz junto al pueblo fue un proyecto gestionado por el Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño de Cochabamba. La iniciativa nació en 2007, a partir de la organización de las jornadas Mujeres en el cine boliviano, en las que se reflexionó sobre “el trabajo y la influencia de la mujer en la historia del cine boliviano” (Balderrama, 2010: 4). Se tardó dos años y medio en terminar la película documental, que partía de una intuición y tenía un objetivo claro: “Este proyecto documental empezó allí, en el cine, en la incertidumbre, la necesidad de explicarnos la vida de esta mujer”, pues intuíamos que ella nos llevaría a entender cómo se construyeron películas tan poderosas como La nación clandestina o Fuera de aquí.” (Balderrama, 2010: 4).
En las crónicas y testimonios de Los días rabiosos podemos encontrar relatos en primera persona sobre anécdotas del trabajo cinematográfico que ella y el grupo llevaban a cabo. Por ejemplo, en el primer relato, “Alex el payaso”,que cuenta un poco de la vida de un niño que se dedicaba al oficio de payaso en la plaza San Francisco, Palacios menciona que le ofreció a Alex y a su amigo trabajar como actores en una película. “Le hablé de la posibilidad de que mi grupo de cine pudiera hacer una película con ellos como actores; ese trabajo les permitiría comprar lo necesario para estudiar, ropa; sería el apoyo para sostenerlos como lo hace una beca” (2005: 18). En otro texto, habla sobre la ocasión en que viajaron a Oruro junto a Jorge y dos compañeros de equipo, para filmar una entrevista con trabajadores mineros que habían enfrentado en julio de 1980 el golpe militar de García Meza; en esa ocasión Beatriz aprovechó la oportunidad de escuchar el relato de “Marta”, la costurera, otro testimonio incluido en el libro (2005: 43). Y así se escurren anécdotas desde la voz de Palacios, que comentaba de manera muy puntual detalles del trabajo de difusión, investigación y recolección de material que realizaba como parte de las tareas del proyecto Ukamau.
Sin embargo, la riqueza del libro no solo radica, evidentemente, en estos contados detalles, sino en la calidad y forma de relatar de Palacios. Leer a Beatriz es leer a una Bolivia, de las muchas que hay, ese país de los comunes e invisibles. Gracias a ella nos acercamos a ese otro desconocido y lejano. Sus relatos, sus crónicas y sus testimonios contienen tanta verdad, como dice Sanjinés, atribuida a la constante entrega de Beatriz que, ante los ojos del director, siempre daba “lo mejor de ella, lo más puro y fuerte, lo más honesto e íntegro” (2005: 14).
Cualquiera puede introducirse completamente en las historias del libro, son llevaderas e interesantísimas. No hay nada que contradecir a Sanjinés cuando dice que:
Ella sabía narrar con absoluto equilibrio, utilizando las palabras con precisión y economía, descubriendo las valoraciones semánticas y construyendo el relato con notable habilidad dramatúrgica. Algunos de sus conmovedores testimonios son piezas perfectas de equilibrio narrativo y belleza formal (2005: 12).
Estremecedor, angustiante, fiel y real son palabras que describen el contenido de la obra de Beatriz, es un libro emotivo sin lugar a dudas. Su libro nos permite mirar hacia un pasado cercano y contraponerlo con nuestro presente, evidenciar que ciertas realidades no han cambiado en lo más mínimo y que en algunos otros casos, el paso del tiempo se siente como un favor. Confesiones en confianza, ese tipo de diálogos entablaba Beatriz. Inevitablemente nos preguntamos ¿cómo lo hacía?, ¿qué tipo de carisma hay que poseer para lograr un vínculo así de inmediato? Filemón Escobar, en la entrevista realizada para el documental dirigido por Sergio Estrada, dice: “Muy pocas veces hablaba ella, solo escuchaba”. Esta seguro fue una de las primeras impresiones del dirigente minero y esa tal vez era una de sus más grandes habilidades de Palacios. Ser percibida como alguien de confianza, tener capacidad para escuchar no es sencillo. Por otra parte, su compañero decía sobre ella: “Simplemente se hacía amiga de la gente que muy pronto confiaba en ella y le relataba sus penurias y experiencias”. Sin duda alguna, hay que agradecer esa capacidad suya que, a través de su libro, nos permite leerla y adentrarnos en historias de una variedad de personajes singulares.

En los relatos de Beatriz, se nota con bastante claridad temas circundantes, se puede percibir que en la mayoría de ellos se cuentan injusticias, sufrimientos, abusos de poder y racismos. Historias de niños, mujeres, hombres y ancianos, de diferentes oficios y clases. Es probable que la elección de estas historias hubiera tenido algún objetivo específico, es posible que si cualquiera se propondría escuchar a su acompañante en un minibús, o a la señora de la tienda o a la casera del mercado podría encontrarse con historias similares. Es cierto que son tiempos distintos; no obstante, las condiciones sociales estructurales persisten y no han pasado por grandes cambios.
Otro factor que pudo haber contribuido para que Palacios tenga las condiciones para recolectar estas historias era su gran capacidad de trabajo. Mediante sus crónicas nos cuenta las peripecias que realizaba para llegar a ciertos destinos, o los riesgos que asumía para estar presente en lugares adversos en tiempos de dictadura. Podemos haber escuchado sobre esta característica cuando se habla sobre el trabajo de difusión. Sin embargo, mediante estas páginas uno puede pretender acompañar a Beatriz en sus andanzas. En Beatriz junto al pueblo, Raquel Romero, Eduardo López Zabala, Jorge Sanjinés y Reynaldo Yujra justamente hablan de esta faceta. Raquel comenta que ella “recorría a pie kilómetros de kilómetros llevando los materiales para la difusión, que viajaba en camión, viajaba en burro, en lo que fuera para llegar a las comunidades y llevar los materiales para difundirlos”. López, por su lado, relata también que en ocasiones les era imposible seguirle el paso, “siempre un ritmo así de dormir poco, comer poco y trabajar mucho y viajar mucho y estar activos permanentemente, era la Beatriz”. Su ética laboral le permitió sacarles provecho a sus esfuerzos, tanto en las tareas del Grupo Ukamau, como en su afán individual de recolección de testimonios.
A lo largo de la película documental Beatriz junto al pueblo se observa el recorrido de distintas cholas, de espaldas, transitando por las calles de La Paz, imágenes que son una analogía acertada para describir el quehacer de Beatriz. Uno puede hacerse la idea de verla caminando junto a ellas. Su labor militante parece haberla guiado tanto en su trabajo dentro del proyecto Ukamau, como también en su interés por relatar historias de personajes específicos.

En el documental, el crítico de cine Pedro Susz dice que él cree que Beatriz se “acercó al cine de Sanjinés, por admiración a Jorge Sanjinés en primer lugar, pero porque encontró en el cine de Jorge una manera de darle continuidad a su actividad como militante política”. Su posicionamiento político se sostenía en la posibilidad de aportar a una transformación social. Esta convicción aparece en una crónica de Los días rabiosos. “Eulogio” trata sobre un campesino autodidacta con el que Beatriz se encuentra en el distrito minero Siglo XX, por pura casualidad. Para ella, este personaje encarnaba esa esperanza social:
En sus palabras y gestos reconocí la voluntad y la fuerza de convicción de los indios de Bolivia que cuando se movilizaban no se detenían para lograr sus objetivos. Eulogio pertenecía a esa estirpe de luchadores que no paraban mientes ni en su propia salud […] Yo estaba fascinada y al mismo tiempo me sentía profundamente indignada de ver a ese hombre extraordinario sufriendo una enfermedad típica de los bolivianos segregados y empobrecidos por el desprecio y la explotación” (2005: 58).
Filemón Escobar, en su entrevista en el documental de Estrada, aporta un poco más para entender esta convicción permanente y la importancia de su papel en el Grupo Ukamau:
Ella soñaba que el mundo andino rescate su país para ellos y comparta su país con los blancos, quien[es] ha[n] contribuido a que en el país se reconozca la presencia de la sociedad andina amazónica es[son] Sanjinés y Beatriz Palacios… yo diría al revés, Beatriz Palacios y Jorge Sanjinés.

La última acotación de Escobar es vital para hacernos la siguiente pregunta: ¿cuál era el aporte real de Beatriz en la creación de las películas del Grupo Ukamau? Creo que la respuesta siempre permanecerá incompleta y nunca sabremos a cabalidad el intercambio que tuvieron Jorge y Beatriz siendo pareja. No obstante, las declaraciones de Filemón Escobar y Eduardo López nos dan algunas pistas. El primero, en la lucidez que lo caracteriza, afirma que, para sus ojos, Beatriz era la ideóloga del Grupo y por eso mismo, en la cita anterior, reformula el orden de los nombres para situarla en primer lugar.
Es cierto que la existencia y producción del Grupo antecedía a Palacios, pero también es cierto que hay un cambio a partir de su llegada. En Beatriz junto al pueblo, Pedro Susz habla sobre el cambio en el enfoque de las temáticas tratadas en las películas posteriores a El Coraje del Pueblo (1971). Después del arribo de Beatriz se mantenía la mirada antropológica, pero se acentuaba la perspectiva de la lucha de clases. Sanjinés, por su parte, también reconoce una inflexión, pero situando ese cambio en su trabajo gracias al apoyo organizativo que significaba Palacios: “Yo creo que Beatriz le dio el aliento más poderoso de esa segunda etapa de mi trabajo cinematográfico, porque ella se convirtió en una extraordinaria productora”.
Eduardo López, sin embargo, dice algo que puede significar lo más cercano a lo que pasaba: “Yo he conocido muchísimos proyectos en idea, en intención, de Beatriz y de Jorge, y en muchos no sabías donde habían nacido”. Poner en cuestión el origen o el aporte creativo puede ser un acto de justicia. En la entrevista, López se refiere a proyectos que posiblemente no vieron la luz, no obstante, ese señalamiento evidencia el grado de compenetración de Jorge y Beatriz. A este hecho se puede sumar el tipo de material que generaba Palacios: Los días rabiosos es la prueba tangible de la gran contribución de Beatriz en investigación y perspectiva.
Tomando en cuenta solamente dos materiales, Beatriz junto al pueblo y Los días rabiosos, nos podemos adentrar un poco más en el papel que tenía Palacios y en el aporte que significó su labor para la permanencia y consolidación del Grupo Ukamau. No se trata de certezas, pero sí de una apertura a cuestionamientos que permiten reconocer y valorar contribuciones.
Bibliografía
Balderrama, Alba. (2010). La producción detrás de la productora. Ramona, suplemento cultural de Opinión (Cochabamba), 282, 19 de septiembre de 2010: 4-5. Disponible en línea.
Palacios, Beatriz. (2005). Los días rabiosos. La Paz: Editorial Gente Común, Fundación Grupo Ukamau.
Sanjinés, Jorge. (2005). Prólogo. En Palacios, Beatriz, Los días rabiosos. La Paz: Editorial Gente Común, Fundación Grupo Ukamau.
Seguí, Isabel. (2019). Las mujeres del Grupo Ukamau: dentro y fuera de la pantalla. Secuencias. Revista de Historia del Cine (Universidad Autónoma de Madrid), 49-50, Ukamau Abigarrado, primer y segundo semestre de 2019: 33-56.
Este texto es resultado de los procesos de trabajo de la investigación/acción MUJERES/CINE: Bolivia 1966-2020, proyecto desarrollado por Imagen Docs, el Centro Cultural de España en La Paz y el Festival de Cine Radical.
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