“¿Cómo filmar música? ¿Cómo encontrar un lenguaje cinematográfico para reproducir un proceso de creación y ejecución de música contemporánea?” Estas son algunas de las preguntas que se plantea el cineasta alemán Philipp Hartmann, quien se encuentra preparando un nuevo proyecto sobre la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos (OEIN) de Bolivia. El proyecto recoge la experiencia más reciente de un grupo de 25 músicos de la OEIN que, a causa de las medidas preventivas determinadas por el gobierno de Bolivia por la pandemia del #COVID19, estuvo varada durante 84 días –entre marzo y junio– en Rheinsberg, ciudad al noreste de Alemania, a una hora y media de Berlín.
Hartmann comenzó a trabajar con la Orquesta boliviana en el marco de una colaboración de esta con el ensamble vocal PHØNIX16 de Alemania. El proyecto consistía en la organización de una serie de conciertos en Alemania en marzo de este año, recitales que, por las restricciones y medidas impuestas en el país europeo debido a la crisis del coronavirus, no se llevaron a cabo. A fines de 2019, Hartmann fue contactado por Timo Kreuser, director artístico del ensamble alemán, para viajar a La Paz y realizar una serie de contenidos audiovisuales que serían parte de la puesta en escena de los conciertos de la OEIN y PHØNIX16 en marzo de 2020. Hartmann estuvo algunos días de diciembre en la sede de gobierno de Bolivia, filmando imágenes de la ciudad y acompañando algunos ensayos de la OEIN. Estas imágenes nunca fueron utilizadas porque los conciertos programados se cancelaron.
En abril, cuando la Orquesta boliviana llevaba un mes cumpliendo cuarentena en la residencia de la Academia de Música de Rheinsberg –ubicada en uno de los edificios del complejo patrimonial del Palacio de Rheinsberg, que habitó Federico el Grande en el siglo XVIII–, Kreuser volvió a contactar a Hartmann, para contarle la situación que atravesaba la OEIN en Alemania, imposibilitada de regresar a Bolivia, ya que el país cerró sus fronteras como medida preventiva por la crisis sanitaria mundial, sin ningún programa o política para repatriar a los bolivianos en el extranjero. La idea en esta oportunidad era filmar a los músicos bolivianos en su confinamiento en el extranjero. “La primera vez que filmé a la Orquesta fue en un contexto de crisis, luego del golpe de estado de noviembre en Bolivia. Llega la segunda vez que me encuentro con la Orquesta boliviana en el marco del proyecto que tenía con el ensamble PHØNIX16, y también existe un contexto de crisis, en el que un grupo de 25 músicos está lejos de su país y sus familias, en una especie de exilio, o residencia artística forzada. Una situación demasiado interesante como para no hacer nada con eso”, comenta Hartmann a Imagen Docs.

Entonces, la relación entre el cineasta y la Orquesta boliviana cambió. A Hartmann le interesó la experiencia que vivía la OEIN en Alemania por muchos motivos: la música, la situación de crisis y excepción determinada por el COVID19, las características del confinamiento de los músicos bolivianos. “Me interesó ver cómo la música es influenciada por la crisis. Durante todo el tiempo que estuvieron en Rheinsberg, los y las integrantes de la Orquesta hicieron mucha música. Me pregunté entonces, cómo la crisis se refleja en la música y viceversa, y cómo la música puede ser una herramienta para organizar la vida de una situación excepcional”. A través de esta pregunta, en un proceso que el cineasta también caracteriza a través del aprendizaje propio, Hartmann viajó en tres oportunidades a Rheinsberg para filmar a la Orquesta. Filmó ensayos y entrevistas con algunos miembros de la Orquesta, con la intención de recoger la música que hacen y su experiencia concreta durante la pandemia del COVID19, pero también se enfocó en recuperar la manera en la que los y las integrantes de la Orquesta se comunicaban, buscando encontrar imágenes que amplíen la mirada acerca de cómo es el proceso de hacer música.
Durante los días que Hartmann visitó a Orquesta en Rheinsberg, acompañó y filmó varias sesiones de improvisación, en diferentes contextos y con distintas constelaciones de ejecutantes. “Vi que la improvisación, más que otra forma de hacer música, revelaba la comunicación entre los músicos. Se trata de escuchar, de sentir y comunicarse con los otros. La improvisación se presentaba para algunos y algunas integrantes de la Orquesta como un lenguaje especial en medio de la crisis, un lenguaje para entenderse con sus pares.” Además, Hartmann recogió imágenes de otras situaciones musicales, en las que el conjunto tocó sikuareadas o moseñadas, ritmos bolivianos con los que la propuesta musical de la OEIN trabaja desde hace 40 años.


Por otra parte, durante todas estas filmaciones y, en general, para este proyecto cinematográfico, el cineasta se interpeló acerca de las formas en las que la música es representada a través de imágenes audiovisuales. “Aprendí mucho viéndolos, encontré, de forma intuitiva, técnicas para filmar. Por ejemplo, trabajé mucho con paneos, mover lentamente la cámara, como flotando por la sala. Trabajé con este tipo de movimiento del dispositivo para evitar caer en una trampa usual a la hora de filmar a músicos haciendo música. La tentación es querer siempre ver a la persona que toca y no sé si siempre es lo mejor para la música, porque esta es para escucharse, así se la siente y comprende. Entonces, con los paneos con los que, por ejemplo, recorría la sala de forma circular, podía desarrollar una idea para evitar esta tentación. En estos movimientos hay algo, a la vez, determinante matemáticamente y azaroso. Si comenzaba un recorrido no podía interrumpirlo, aunque escuchara algo que viniera de otro espacio de la sala y resultara más interesante, no podía darme la vuelta a ver ese espacio. La estética de la cámara determinaba un concepto de casualidad, de no ver algunas cosas, pero sí de escucharlas, tal vaz, incluso mejor.”
En las últimas semanas, Hartmann ha estado trabajando un primer corte de este proyecto. “Estoy montando algo que podría ser un documental sobre la situación que vivió la OEIN en Alemania y sobre todo sobre su música, un documental que sería una película personal, con la Orquesta boliviana y con la gente en mi país que organizó el proyecto inicial”. Con esta pieza, Hartmann no buscaría dar una perspectiva definitiva acerca de la experiencia de los músicos bolivianos en Rheinsberg durante la pandemia del COVID19. Para el cineasta –cuya relación con Bolivia no comienza con esta película: filmó el Salar de Uyuni para su largometraje El tiempo pasa como el rugido de un león (2013); antes realizó en el país el cortometraje De la necesidad de navegar los mares (2010); y en 2017 fue invitado del Festival de Cine Radical en La Paz–, el arte y el cine están muy vinculados con la investigación y la curiosidad. “Mis películas plantean preguntas y no necesariamente las responden. Las películas que responden o fingen responder preguntas no son las que me interesa hacer o ver. En el caso de este proyecto, me mueve ver cómo otros artistas usan su arte para comunicarse, entre sí y con el público. La ironía en la experiencia de la OEIN en Alemania fue que esto último no pasó, Poco después del cierre de las fronteras aéreas y terrestres
bolivianas, una de las medidas de prevención temprana ante el COVID19 que tomó
el gobierno transitorio de la presidenta Jeanine Añez en marzo, aparecieron las
primeras noticias sobre la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos y la
situación que vivía en Alemania. La desatención y la falta de acciones por
parte del gobierno marcaron no solo esta primera etapa sino todo el problema de
repatriación de los y las integrantes del conjunto musical boliviano. Los 25
músicos de la OEIN pudieron regresar a Bolivia recién el 11 de junio. El
gobierno alemán y la Agencia de Turismo Universal Tours se hicieron cargo de
los pasajes. “Armamos desde el principio una estrategia para llamar la atención sobre lo que nos estaba pasando, para que se resuelva el problema. En principio, nos contactaron periodistas especializados. Luego, en las primeras semanas de abril, apareció una periodista de la Deutsche Welle, que tituló su nota ‘Atrapados en un castillo: músicos bolivianos en Brandenburgo’. Este fue el inicio de esta ficción que hizo la prensa con el castillo”, cuenta Carlos Gutiérrez, director de la OEIN. “Durante todo nuestro confinamiento en Alemania, estuvimos alojados en la residencia de la Academia de Música de Rheinsberg, ubicada en uno de los edificios del complejo del castillo de Rheinsberg. Nunca habitamos el castillo en sí, este es un museo, que visitamos en una sola oportunidad. Como la residencia de la Academia es un edificio que replica el estilo arquitectónico del castillo que habitó Federico II en el siglo XVIII, pensamos que esto dio pie para que la prensa difundiera que nos encontrábamos en cuarentena al interior del castillo, y no en un edificio ubicado en el mismo complejo, pero de construcción moderna”, complementa el director boliviano. Hasta el mes de mayo, cuando apareció una nota en BBC Mundo, la imagen que permeó una gran parte de las aproximaciones de la prensa extranjera a la situación de la OEIN en Alemania, fue la de la estadía en un castillo que perteneció a varias generaciones de la monarquía europea. Esta imagen se articuló con otras, como la de los lobos que habitaban los bosques alrededor de la Academia de música de Rheinsberg y la del fantasma de Federico el Grande rondando por las habitaciones de la residencia de la academia. “Durante este tiempo, hubo una explosión de llamadas de la prensa, y había una gran cantidad de periodistas que querían hacer notas y nos contactaban todos los días para hacer entrevistas. Algunos llegaron y hubo días en los que el jardín de la Academia estaba repleto de periodistas. Sin embargo, lo que les interesaba a una gran mayoría era esta historia fantasiosa del castillo, los lobos y los fantasmas. Muchas veces no se mencionaba ni el nombre completo de la Orquesta.” Y tampoco estas notas hablaban acerca del trabajo que estaba
desarrollando la OEIN en Alemania durante tres meses de aislamiento e
imposibilidad de retornar a Bolivia. Al inicio, hacia las últimas semanas de
marzo y las primeras semanas de abril, los miembros de la Orquesta organizaron
talleres de diferentes temáticas, como una forma de construir una convivencia
solidaria y palear la situación de crisis. Luego, con el apoyo de varias
instituciones, comenzaron a trabajar en proyectos que permitiesen canalizar
fondos tanto para el sostenimiento de los y las miembros de la OEIN en
Alemania, como para su retorno a Bolivia. “En principio habíamos sido invitados
por un festival de Berlín y un centro cultural de Dresde. Ellos no se
desentendieron, planteamos con ellos proyectos para generar fondos. Luego se
sumaron la DAAD, el programa de intercambio académico alemán, y el Goethe
Institut, entre otras instituciones.” Como el set instrumental que la OEIN había llevado a Alemania no era amplio, no podía realizar proyectos con su repertorio completo. “Teníamos que hacer cosas nuevas realmente. Una de las posibilidades era la improvisación libre. Para muchos miembros de la Orquesta era la primera vez que hacían esto, para muchos fue una revelación. Hicimos varios ejercicios. Por ejemplo, trabajamos obras cuyo desarrollo implicaba muchos comportamientos de improvisación. También trabajamos con un grupo de cuatro cortometrajes, entre ellos Enterprisse de Kiro Russo. Interactuábamos con las imágenes como si estas fueran una partitura visual.” Gutiérrez comenta que toda la experiencia que vivieron con la Orquesta en Alemania está llena de imágenes, que cambiaron mucho según todas las particularidades y cambios que surgían durante los tres meses de su confinamiento. “Se tienen que hacer cosas con lo que vivimos. Ahora estamos haciendo una recolección de todo lo que hemos filmado y fotografiado, cada uno de los miembros, con sus celulares.” Gutiérrez y la Orquesta siguen el trabajo que está haciendo el cineasta Philipp Hartmann y esperan que su trabajo y experiencia reciente puedan encontrar, a través de este proyecto documental y por otros medios, un canal de difusión. La OEIN cumplió 40 años el 9 de mayo pasado, el aporte de este proyecto para la formación y la difusión de la música contemporánea boliviana y las músicas de la tradición andina se ha desplegado y consolidado de manera sostenida y casi sin parangón a través de décadas, desde Bolivia, en el país y para el mundo. Imágenes de la
Orquesta boliviana en Alemania
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