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Nuestro tiempo: calma y control | #Radical2019

Reygadas propone un largo de gran belleza visual, pues la realización de las tomas es de lo más destacable. Los estados de ánimo de mantener el control y desbordar en sentimientos están presentes en la apuesta visual con un enfrentamiento de las tomas estáticas que ocurren en relación al movimiento de personajes y los travelings a través de grandes espacios.

En la adversidad, el toro no sabe de otra cosa que no sea empujar hacia adelante. «Cuando las cosas vayan mal, deja que corran y volverán a estar en control», dice Juan, el protagonista de Nuestro tiempo del mexicano Carlos Reygadas.

La trama: Juan se entera de que su mujer desea a otro hombre; más que un interés sexual, quizá esta aventura podría significar que ella ya no lo ame. Juan decide ignorar esa duda colocándose por encima de la situación, intentando mantener el status de control sobre todas las cosas. El toro que sigue empujando aunque la presión contraria sea incontenible se queda corneando con altanería hasta el límite…hasta la caída.

Reygadas propone un largo de gran belleza visual, pues la realización de las tomas es de lo más destacable. Los estados de ánimo de mantener el control y desbordar en sentimientos están presentes en la apuesta visual con un enfrentamiento de las tomas estáticas que ocurren en relación al movimiento de personajes y los travelings a través de grandes espacios. La inercia frente a sucesos inmediatos, la exploración espacial-sentimental pero también montajes que buscan ilustrar el interior de los procesos: la percusión de la orquesta y el motor del auto ligados al dilema de Ester.

En esta historia sobre la pareja y la negociación de la vida familiar, hay un montón de elementos que acompañan poco y personajes que visitan muy cortamente la pantalla. La película carga mucha trama en el personaje de Juan, lo que hace de la historia una situación personal concentrada en el protagonista, perdiendo lo trabajado para el resto de los personajes en el guión, y ese trabajo es evidente por cómo se ha manejado el montaje del sonido. Sencillamente, creo que esos detalles quedaron eclipsados, me habían sonado muy potentes varias frases como la de «por suerte es barro y no cuchillos».

Las interpretaciones son interesantes por lo constante del tono que exhiben. La calma es parte del mantenimiento del control y se mantienen los voceos en distintos niveles, en la actuación, la narración y las voces infantiles que funcionan como intertítulo.

El asunto es hacer incómoda esa monotonía interpretativa, esperar por los gritos y el melodrama, las arremetidas de los toros. Ese contaría como otro acierto para una película que esta realizada con maestría, que promete en los elementos que despliega, pero que quizá falla en el impacto al espectador porque la historia está muy concentrada en el protagonismo de la pareja y el contenido no puede superar la trama para mantenerse en la retina de quienes salen de la sala de cine. Provoca poco incluso con la intensidad con la que apunta a asuntos de «nuestro tiempo» como el rol masculino, la libertad sexual y la vida familiar.

Camilo Agramont

Camilo Agramont

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