Snake conversa con Troy sobre su primer romance adolescente. El debutante Eddy Vásquez se sirve de esta escena para hacer el despliegue de toda su destreza visual y, a su vez, concluir el prólogo de esta declaración de principios que supone El olor de tu ausencia. Con una óptica difusa por momentos, enfoca y desenfoca. Lo aparente se torna invisible, y lo que es aparente es inaprensible para cualquier forma de pensar lo ausente, y nos conmina a este grado de imposibilidad de aferrarnos a algo. Como en la escena que mencionamos, todo se torna difuso, al igual que toda ausencia.
Eddy Vásquez nos permite asistir como pocas veces en las pantallas nacionales a una puesta en escena plagada de frescura, ya sea por la pulcra actuación de los experimentados protagonistas, pero sobre todo por la cadencia de los debutantes que no hacen más que representarse a sí mismos y no interpretar. La comprensión de esta frescura supone uno de los elementos más atractivos y subyugantes de esta opera prima que nos permite reconciliar a películas hechas en Bolivia con conceptos como realismo y naturalismo, donde la espontaneidad de la puesta en escena es la principal virtud.
Las altas cotas de naturalismo que logra Vásquez sólo son posibles por el sacrificio de ciertas vetas formales que se van explorando. El contraste entre el tratamiento que merecen las secuencias entre Snake (Roberto Guilhon) y Troy (Rodrigo Lizárraga) con las secuencias de Deko Bazura es evidente, como con las representaciones de Chely (José Rosales Roca). Pero a esto hay que agregar los insertos de documental que permiten situarnos temporalmente, pero no hacen más que evidenciar el oficio de Vásquez.
No hay camino
En la constante del no camino, el no futuro, sin política, sin identidad (ya sea como declaración de principios o como alguna forma de justificación generacional), El olor de tu ausencia no ofrece en ninguna secuencia un gesto de desenfado técnico ni negligencia creativa, sino que opta por una edulcorante pulcritud que no encuentra asidero con el contenido. La forma de la pieza la constituyen secuencias que coquetean con el videoclip de manera extraordinaria hasta saldar la deuda nacional con el lenguaje televisivo y, por supuesto, inteligentes planos secuencia que potencian el carácter a veces nihilista de la obra. Sin embargo, la decisión de doblar el audio potencia la posición edulcorante del filme.
La cinta, tan inclasificable como impredecible, bordea al cine experimental que quiebra de manera abrupta cualquier pretensión narrativa, pero esta intención solo se plantea en ese espacio, en el intencional, pues la construcción de personajes que Vásquez desarrolla lleva de manera unidireccional hacia un callejón sin salida donde la huida, en las formas presentadas, es la única alternativa. La huida con el amigo, la huida al “paraíso” español, la huida al crimen organizado, la huida al microtráfico y la huida a Dios son esos callejones que Vásquez nos ofrece y con los que encanta. El no camino se manifiesta de manera explícita en varias secuencias, desde el discurso de graduación de Cristhian (Cristhian Vásquez), en el que se plantea un reto (generacional), hasta la decisión temeraria de Snake y Troy para poder ser dueños del mundo.
La ausencia
A partir de algunos textos y comentarios de colegas de medios cochabambinos (ciudad donde se rodó la película), la ausencia más evidente de la trama quizás sea Cochabamba como espacio idílico y de construcción identitaria de valores varios. Eso hace que esta ciudad se nos ofrezca como un lugar que contiene algunas faunas, como un terreno y no un territorio, por ello el efecto alucinante de ver adolescentes punkeros en pantalla conviviendo con evangélicos, dealers jugando a ser narcos y padres adolescentes soñando en mantener a sus hijos.
Pero la ausencia más sofocante es la que circula en el fuera de campo, el lugar de la ausencia, pues este nos refiere e incluso interpela sobre nuestro lugar en esos planos, en qué lugar estamos frente a estos personajes, que dicho sea de paso son en su gran mayoría no profesionales en el sentido más elevado del término.
Tenemos la noticia de que Deko, Angel, Flema, Chely y las chicas hacen de ellos mismos, se representan; que incluso gran parte del guión se construyó a partir del descubrimiento de estas sensibilidades en Cochabamba. Por ello la interpelación. Dónde y cómo encajaríamos en esta mirada que busca escarbar más de allá de las ausencias, sino en su inmediata oposición, las presencias, los cuerpos que hacen lo que denominamos realidad.
Sin identidad
Existe en el cine hecho en Bolivia (ese cine que se denomina boliviano) una búsqueda infecunda de la identidad, pues esta no radica en el guion ni en el contenido, sino en la postura ética y por consecuencia en la propuesta o intención estética.
En El olor de tu ausencia tal interrogante es innecesaria, le interesa al joven director construir un relato honesto, por ello el modo de trabajo, donde los personajes se desarrollan y desenvuelven libres de ataduras identitarias convencionales, sino a favor de su sensibilidad e individualidad. La película ofrece interrogantes referidas al sentido de la existencia, algo más noble sin duda que la identidad étnica por ejemplo. Es así que Vásquez refuerza este estado con reflejos, espejos, desenfoques, claroscuros entre otros recursos, porque, como mencionamos, nada es lo que parece.
Sobre las apariencias e identidad, por ejemplo las imágenes del narcotraficante ya no responden a las caricaturas ofrecidas por Loayza o Bellott, entre otros, sino que son gente venida de la marginalidad urbana, que tiene sueños de superación y no le tiene miedo a la muerte, es decir gente común y corriente. El sueño español se agazapa en todos los estratos de la sociedad, en todas las pisos etarios, y la tan anhelada independencia juvenil es posible solo con los vínculos de lealtad.
Una presencia
El silencio que me embargó tras el visionado de Lo más bonito y mis mejores años (2005) de Martín Boulocq, me tomó por sorpresa. Esta emoción recurrente quizás encuentra explicación en la advertencia de Eddy Vásquez, mediante la publicidad de la película: «sin identidad, sin futuro, sin política, sin familia…». Porque la sensación de nulidad y fragilidad que emanan de su película nos interpelan de un manera arrolladora y asfixiante.
Crítica originalmente publicada en Cinemas Cine, en septiembre de 2013.
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