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Algo quema: la memoria subjetiva

Las múltiples capas del film construyen un retrato transversal de un Ovando familiar y sensible, alejado de cualquier tema político, un Ovando militar que tuvo que enfrentar a las guerrillas comandadas por el Che y posteriores resabios, bajo la sombra de la influencia estadounidense, y un Ovando político reformista, en una competencia a momentos insana con el general René Barrientos.

En octubre del 2017 se cumplían 48 años de la nacionalización del petróleo bajo el gobierno de facto del General Alfredo Ovando y hasta el presidente Evo Morales hacia rememoración del logro más importante de las gestiones exprés de Ovando. Curiosamente, unas semanas antes el mismo Morales era parte del aniversario de los 50 años de la muerte del Che en Bolivia, ejecutado bajo el mando de las fuerzas armadas del mismo Ovando.

Estos hechos aparentemente contradictorios, definen en buena parte la imagen de Ovando en la historia boliviana. Por un lado, su gobierno del 69 con una fuerte tendencia nacionalista, con un gabinete que incluía reconocidos intelectuales de izquierda, un gobierno que se contrapone a la oscura faceta relacionada con la represión en episodios como los de la guerrilla de Teoponte.

Frente a la figura inabarcable de Ovando ¿cuál ha sido la respuesta de la historia y el arte? Ha tenido que ser el nieto de Ovando quien tome un reto tan complejo, quien no solo retrata a su abuelo como figura pública desde archivos visuales, sino también desde la intimidad con su familia, a través de filmes en 8 mm y testimonios frente a una memoria difusa.

Las múltiples capas del film construyen un retrato transversal de un Ovando familiar y sensible, alejado de cualquier tema político, un Ovando militar que tuvo que enfrentar a las guerrillas comandadas por el Che y posteriores resabios, bajo la sombra de la influencia estadounidense, y un Ovando político reformista, en una competencia a momentos insana con el general René Barrientos. Todo esto oscurecido, por la toma del poder por la fuerza.

Algo quema equilibra todas estas facetas, tratando de mantener una distancia sana y buscando que los lazos de sangre no entorpezcan la investigación. Se incluyen voces radicalmente opuestas como la de Tomás Molina, quien habla sobre su libro Ovando. Terrorismo de Estado en los Andes, donde saca a la luz los peores rumores sobre el ex presidente, acusándolo de haber sido el culpable de la muerte de Barrientos. Esto se contrasta con los recuerdos felices de sus familiares, quienes sin dejar de lado las dudas lógicas, completan el cuadro de un hombre clave en la transición de la revolución del 52 a las dictaduras duras de los 70.

Mauricio Ovando logra un montaje con visiones contrapuestas en su familia, desde el negacionismo de su abuela, las ganas de saber de su prima y la melancolía de su tía al recordar a su padre y a su hermano fallecido trágicamente, hecho que desencadenaría una dura crisis familiar. Esta sucesión de historias que se contradicen y complementan a la vez es el gran logro del film, que no evade las evidencias que acusan a Ovando de ser uno de los responsables de la ejecución del Che o del oscuro episodio de la masacre de San Juan. Mauricio Ovando decide apagar el fuego originado por la culpa heredada ya sea por las dudas o el inmovilismo, en base al bálsamo de la investigación y del recuerdo de un hombre que quiso mucho a su familia, en una lucha contra el tiempo y el olvido.

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