Alrededor de Pandillas en El Alto se han ido construyendo una serie de historias míticas. Se decía que la película había sido un éxito en la piratería, obra de un visionario mercader. Incluso se llegaba a afirmar que la película había sido hecha por un grupo de pandilleros. En todo caso, hace unos años la película se convertía en los circuitos alejados de las salas del cine en un éxito, sobre todo en El Alto.
Los méritos de la película se alejan mucho de este hálito de misterio que se ha creado a pesar de su director, Ramiro Conde. Pandillas en El Alto es definida por Conde no como una película, sino como un proyecto educativo. En efecto, el filme ha nacido en las aulas de un entusiasta profesor de literatura que quería proponer a sus estudiantes un nuevo acercamiento al difícil arte de narración.
El filme narra la historia de Leo, un buen chico. Dos eventos violentos cambian rotundamente la vida de Leo, dos asaltos despiertan en él la perniciosa sed de venganza y de a poco, el buen chico se convierte en un sanguinario pandillero. La narración condensa situaciones que habrían sido vividas por los estudiantes de Conde, pero también es el producto de una profunda investigación realizada por el director. Para Conde era importante que la película sea “realista” y por ende, debía estar muy bien fundamentada, desde las situaciones hasta la forma de expresarse de los personajes.
A pesar de que el propio director considera el trabajo no como una película, sino como un proyecto educativo, Pandillas en El Alto sorprende por su narración. La actuación de Wildon Sanchez (Leo), la manera en que se transforma de chico bueno en pandillero es simplemente entrañable. Por ejemplo, la secuencia en donde la madre de Leo riñe a su hijo al sorprenderlo en estado de ebriedad es, sin duda, una de las mejores actuaciones que el cine boliviano ha podido dar. Los chicos que actúan en la película se transforman en los personajes, se convierten en ellos, incluso cuando la actuación exige performances dicotómicas, como el enorme cambio de actitud de Leo. Conde contaba que los jóvenes se tomaban tan en serio la actuación, que ellos, a escondidas del profesor, decidían “pelearse de verdad” para que las luchas entre pandilleros se vean reales. Sin duda, esta es la razón por la que varios de los mitos alrededor de la película se establecieron.
Conde es un profesor que enseña con la experiencia. No solo por la experiencia altamente pedagógica del rodaje, sino con lo vivido, que se convierte en una lección de humanidad. Se puede objetar que la película tiene enormes problemas técnicos pero no se puede poner en duda el poder de las imágenes de Pandillas en El Alto, el poder de un profesor que asume con seriedad la lección, el poder de estudiantes motivados que asumen que están haciendo algo importante. Mientras hablamos con Conde, varios jóvenes alteños se acercaban para mostrar su admiración por su trabajo y comentarles que el profesor les había inspirado para hacer cine. Así, Pandillas en El Alto se convierte en una lección de cine y de vida, el cual sin duda se va convertir en un hito para el cine alteño y boliviano en general.
Texto originalmente publicado en la Memoria del V Encuentro de Cine del Espacio Simón I. Patiño, Making of - Ideas y formas de producción audiovisual en Bolivia hoy. La Paz: Espacio Patiño, 2018.
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